El discurso de Donald Trump está anclado en la retórica del excepcionalismo estadounidense más agresivo. Si para Thomas Jefferson Estados Unidos era la "mejor esperanza del mundo", para Trump es "la civilización más grande de la historia". Sus "retos" (challenges) actuales y futuros, añadió, "serán aniquilados". Y los primeros señalados fueron su frontera sur, los cárteles y los migrantes.
Los textos también se analizan por lo que callan y Trump no hizo una sola crítica a la presidenta Claudia Sheinbaum o a los gobernantes mexicanos. La diferencia viene, sugiero, de los éxitos de la nueva estrategia de seguridad mexicana y del peso del establishment de seguridad estadounidense.
Las cifras son elocuentes. Hasta ahora, Sheinbaum es mucho más eficaz que su predecesor. En su "Balance de la seguridad a 100 días de la era Sheinbaum" México Evalúa compara a los dos gobiernos durante ese período: a) ¿operativos contra organizaciones criminales? AMLO 29 y CSP 209; b) ¿presuntos delincuentes detenidos? 31 y 7,720 respectivamente; y c) ¿armas decomisadas? 26 y 3,000.
Los logros de Sheinbaum y su gabinete de seguridad contaron con la colaboración de la CIA, el Pentágono, el FBI y Homeland Security. Puede suponerse que Trump escuchó a su establishment de seguridad y decidió excluir de su crítica al gobierno mexicano. La vecindad condiciona e impone la necesidad de colaboración.
Con base en lo anterior sostengo que están dadas las condiciones para una mayor colaboración entre los dos gobiernos. Las dianas de ambos serán las organizaciones criminales, los migrantes y el tráfico de narcóticos; lo que afectará, sobre todo, a nuestros estados fronterizos.
En estas condiciones adquiere viabilidad la propuesta hecha por Eduardo Guerrero hace meses: llevar a la mesa de negociaciones un Tratado de Seguridad para América del Norte entre Canadá, México y Estados Unidos. Para que se concrete tendrá que atemperarse la unilateralidad del conservadurismo estadounidense. Tendrán que reconocer que su seguridad depende de sus vecinos; que es una responsabilidad compartida. El argumento más fuerte viene de la peligrosidad de un crimen organizado enraizado en los tejidos económicos, sociales y culturales de México y Estados Unidos.
En el bosquejo de futuros posibles es indispensable incorporar a otros actores. Los que pueden influir más en los acuerdos entre gobiernos son los delincuentes. ¿Colaborará Ismael "El Mayo" Zambada con las autoridades estadounidenses y dará los nombres de los políticos que han protegido a los criminales? ¿Afectarán revelaciones de ese tipo los equilibrios al interior del partido mayoritario mexicano o la estabilidad de regiones estadounidenses donde las mafias mexicanas crecieron por la complicidad de las élites locales y el apetito de los adictos?
Y la pregunta más complicada: ¿Cómo reaccionarán los cárteles de Sinaloa y Jalisco Nueva Generación a la declaración de guerra de Trump que empodera la ofensiva en curso del gobierno de Sheinbaum? La historia ofrece experiencias diferenciadas. En los años ochenta, el Cártel de Guadalajara asumió sin chistar que detuvieran a sus líderes, mientras que el Cártel de Medellín reaccionó declarando una cruenta guerra al Estado colombiano.
Hay otros actores relevantes que intentarán influir en la construcción del nuevo orden. Menciono de pasada a víctimas y mercaderes de armas. Dado el fracaso de López Obrador en la atención a las víctimas de la violencia, las colectivas de buscadoras ahora exigen respuestas en el exterior. Una nutrida delegación mexicana participó hace días en el Congreso Mundial sobre las Desapariciones Forzadas realizado en Ginebra. En marzo la Suprema Corte de Estados Unidos tendrá la primera audiencia pública sobre la demanda del gobierno mexicano contra los fabricantes de armas. El asunto orientará los reflectores hacia el trasiego infame.
Empieza una etapa inédita. Dada la profundidad de las fracturas dentro de Estados Unidos parecen sensatos los llamados a la unidad mexicana frente al unilateralismo estadounidense. Sin embargo, la unidad no puede construirse sobre la unanimidad acrítica en torno al gobierno. Los buenos consensos se cimentan en diálogos basados en el respeto, la razón y la evidencia. ¿Formarán parte de nuestro futuro?
Comentaré esta columna en mi canal de YouTube.
@sergioaguayo
Colaboró: Montserrat Campos