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Teuchitlán y los sitios de exterminio

WALTER SALAZAR

Teuchitlán y los sitios de exterminio

El 5 de marzo circuló información sobre un sitio de exterminio descubierto en Teuchitlán, Jalisco, por el Colectivo Guerreros Buscadores. En el lugar se encontraron múltiples fragmentos óseos, 400 zapatos, mochilas, maletas y diversos objetos personales (Cancino, 2025), que presuntamente pertenecieron a personas cremadas en alguno de los tres hornos localizados ahí.

Este hallazgo refleja la dimensión de la desaparición forzada en México, donde, hasta la fecha, se han registrado 123,753 personas desaparecidas y no localizadas (RNPDNO, 2025). Esta crisis es consecuencia de una cuestionable política de seguridad que, con variaciones, ha persistido durante los últimos tres presidentes y la actual presidenta, consolidando la militarización como eje central, sin frenar la violencia ni garantizar justicia para las víctimas.

En este contexto, la tragedia de Teuchitlán deja en evidencia dos cuestiones fundamentales.

Primero, que las fosas clandestinas y los sitios de exterminio no son hechos aislados ni anomalías dentro de la crisis de violencia en el país, sino parte de una estructura de exterminio sostenida por años. Basta una breve búsqueda en la red para hallar otros horrores similares: La Gallera, en Tijuana, Baja California, donde en 2012 se encontraron tambos y fosas con 17,500 litros de restos humanos disueltos en sosa cáustica -más de 300 cuerpos-, a manos del llamado "pozolero". O el ejido Patrocinio, en San Pedro de las Colonias, Coahuila, donde el Grupo VI.D.A. de la Región Lagunera ha localizado, desde 2015, múltiples fosas y más de una tonelada de restos humanos (Hernández, 2025), producto del método de exterminio conocido como "la cocina". En esta región se han identificado al menos otros ocho sitios de exterminio (Miranda, 2025).

Teuchitlán, La Gallera y Patrocinio son solo tres ejemplos de un patrón de violencia que atraviesa el país.

Segundo, que las acciones del Estado, sin importar el gobierno en turno, han sido insuficientes. La proliferación de fosas y sitios de exterminio, así como la lentitud en los procesos de identificación de personas, evidencian no solo omisión, sino posible complicidad. En contraste, los colectivos de familiares han encabezado la localización de estos lugares, la recuperación de restos y la búsqueda incansable de la verdad.

Por ello, se reafirma lo que las personas buscadoras repiten: "Somos nosotras quienes les vamos a encontrar".La aparición constante de sitios de exterminio no solo revela la profundidad de la crisis de desapariciones en México, sino el abandono de un Estado que ha delegado en las víctimas la búsqueda de justicia. Sin embargo, en medio de la impunidad, las personas buscadoras han demostrado que el amor y la dignidad pueden transformar el dolor en resistencia. Es junto a ellas donde debemos construir una sociedad justa, que rechace la normalización de la violencia y exija verdad y justicia. Porque las personas desaparecidas nos faltan a todes.

¡Hasta encontrarles!

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