Hace tres años, el 24 de febrero de 2022, el mundo cambió para siempre. Durante las primeras horas de la mañana, el sueño tranquilo de las y los ucranianos se vio interrumpido por explosiones y sirenas de ataque aéreo. El rugido de los tanques y la artillería, el estruendo de las ametralladoras y el sonido de los drones acabaron, en un instante, con la relativa paz y tranquilidad, y la vida que conocía antes la población ucraniana.
Había comenzado una guerra no provocada en Europa, a una escala no vista desde la Segunda Guerra Mundial. Ese fatídico día, las vidas de las y los ucranianos quedaron destruidas... Tres años después del inicio de la invasión ilegal a gran escala de Ucrania por parte de Rusia, aquí en América Latina es fácil sentirse alejado de la realidad que se vive en las ciudades, pueblos y aldeas ucranianas, que son bombardeadas todos los días. Pero el impacto de la guerra sigue siendo inmenso.
Millones de personas ucranianas han sido desplazadas y siguen en una crisis humanitaria desesperada. Los ataques a gran escala continúan todos los días, causando muerte, al mismo tiempo que miles de niñas y niños ucranianos han sido deportados por la fuerza. En medio de posibles conversaciones de paz, es muy claro que las ambiciones de Rusia de subyugar a Ucrania continúan. Tomamos nota de la reunión entre los ministros de Asuntos Exteriores de Rusia y Estados Unidos la semana pasada en Riad.
Compartimos el deseo del presidente estadounidense, Donald Trump, de poner fin a esta guerra bárbara, pero tenemos claro que la voz de Ucrania debe estar en el centro de cualquier conversación; y que la paz no puede lograrse a cualquier costo. Ucrania debe estar en la mesa de estas negociaciones y decidir cómo poner fin a la guerra y dialogar con Rusia.
Así como el gobierno de México condenó la invasión y pidió el fin de la presencia de fuerzas rusas en territorio ucraniano, los aliados condenan este ataque a la soberanía y la integridad territorial de Ucrania. Abrumadoras pruebas independientes apuntan a crímenes de guerra, como secuestros, homicidios y tortura de civiles; deportación forzada de niños; violación y violencia sexual; así como el uso de armas químicas.
El año pasado, Rusia tomó una serie de decisiones profundamente preocupantes: atacar la infraestructura energética de Ucrania en pleno invierno europeo, desplegar 11 mil tropas norcoreanas para luchar en el frente y usar misiles balísticos, entre otras. Rusia exige una capitulación total en respuesta a la agresión extranjera. Nadie desea la paz más que Ucrania y sus socios, pero para que la paz sea sostenible, debe ser justa, respetar la Carta de las Naciones Unidas y el derecho internacional; y negociarse en igualdad de condiciones.
Al cumplirse tres años del inicio de esta invasión a gran escala, es claro que Moscú sigue queriendo que el mundo se vuelva insensible ante la situación en Ucrania. Les instamos a todos a no caer en esa trampa. Es muy importante para el futuro del mundo. La invasión rusa de Ucrania no es sólo un problema europeo u "occidental". Nos afecta a todos, incluyendo a América Latina y el Sur global. Todos nos beneficiamos de tener fronteras seguras protegidas por el derecho internacional; y tenemos la responsabilidad de garantizar que se respeten. Un mundo en el que las fronteras se trazan por la fuerza será menos seguro, menos próspero y justo. No es un tema en el que podamos ser neutrales.