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La coyuntura y el largo plazo

LORENZO MEYER

Sin buscarlo, pero como consecuencia de su situación geopolítica y al hecho de que más del 80% de las exportaciones tienen como destino un solo mercado -Estados Unidos-, nuestro país se encuentra, de nuevo, metido entre las patas de los caballos imperiales enzarzados en una lucha comercial y política global. Este conflicto ha sido desatado de manera deliberada, sorpresiva y sin objetivos claros por el presidente del país al que nuestra economía se ha integrado: Donald Trump, un personaje tan imperialista como impredecible.

Hasta el momento las armas empleadas en esta guerra son los aranceles alas importaciones, pues la meta de Estados Unidos es acabar con su déficit externo, reindustrializarse y retornar a la época dorada en que Washington parecía dominar al mundo. Es por ello por lo que la guerra arancelaria es una mezcla de variables económicas con otras que obedecen a intereses y razones políticas yculturales de grupos y corrientes añejas que dan forma al pensamiento norteamericano actual más un elemento muy peculiar de la coyuntura: el estilo personal de gobernar de quien ha ganado la presidencia norteamericana dos veces en lo que va del siglo, (2017 y 2024).

Y es que Trump llegó a la Casa Blanca sin haber tenido que pasar y sobrevivir a ese cursus honorum que es la serie de cargos públicos que se supone que transforman a un individuo común en un político profesional: se inicia, por ejemplo, en una alcaldía, luego se llega a una gobernatura ose gana un escaño en el congreso hasta llegar a ser parte de la élite del poder. No, a Trump no lo hizo presidente su carrera política o su vocación sino la ocasión: el hartazgo de una buena parte de la ciudadanía norteamericana con los "políticos tradicionales" y lo atractivo que resultó para muchos alguien que se presentó públicamente como la antítesis del político convencional. Trump llegó al puesto de máxima responsabilidad política mundial proveniente de un ambiente dominado por la cultura y los valores del mundo de los negocios millonarios en bienes raícesy combinados con el mundo del espectáculo, de los shows de televisión. De ahí que su forma de gobernar al y desde el país que se asume como hegemónico sea tan heterodoxa como brutal.

Para intentar entender y explicar a Trump y a la derecha norteamericana que él encarna y comanda debe también tenerse en cuenta la evolución histórica de Estados Unidos como gran potencia imperial.

Nuestro vecino ganó su ingreso a la liga de las potencias al derrotar en 1898 a España como resultado de sus diferencias en torno al control de Cuba. Con esa ficha Washington fue admitido al juego de la gran política imperial. El siguiente paso fue su decisión de participar en la I Guerra Mundial -un conflicto inter imperial- del lado de Inglaterra y Francia y hacer lo en abril de 1917 justocuando ya los contendientes estaban al borde del colapso. El papel de Estados Unidos fue decisivo en las negociaciones que culminaron con el Tratado de Versalles y en poner todo el peso de la responsabilidad de tan brutal conflicto en Alemania. Un par de décadas más tarde estalló la II Guerra Mundial (1939-1945) que no fue sino la continuación de la contienda anterior y Estados Unidos volvió a involucrarse en el conflicto. Esta vezsu rol fue aún más relevante que en el pasado, sobre todo al final, cuando usó dos bombas atómicas contra Japón.

A las guerras anteriores le siguió de inmediato otra: la llamada Guerra Fría que arrancó en 1947 ypareció concluir en 1991. Estados Unidos y la URSS se confrontaron por más de 40 años en su calidad de líderes de dos bloques mundiales. Chocaron en los cinco continentes, pero nunca de manera directa pues las armas atómicas hubieran llevado ala destrucción mutua.

La Guerra Fría pareció llegar a su final con el colapso interno de la URSS en 1991 y su transformación en Rusia más un puñado de repúblicas independientes. El tiempo que siguió fue, a ojos de Trump y los suyos, una época dorada: la de un mundo unipolar dominado por la hegemonía norteamericana. Época que pareciera estar quedando atrás.

En efecto,en los últimos años han surgido retos a esa hegemonía. Por un lado, una Rusia que aún es potencia atómica decidió detener la expansión en Europa de una OTAN con cada vez más miembros, pero bajo el control indiscutible de Washington y que busca reducir a Rusia, que ya no es comunista, a su mínima expresión. Para ello Washington incumplió un entendido que tuvo con Gorbachov a raíz de la unificación de Alemania en 1990. El entendido fue que la OTAN no incorporaría a países fronterizos con Rusia, pero ha ocurrido lo contrario. La guerra en Ucrania es un esfuerzo de Moscú por impedir el cierre del cerco que se le ha tendido en los últimos treinta años y que implica, entre otras cosas, impedirle el acceso al Mar Negro. Pero finalmente Rusia ya no es una amenaza para Estados Unidos, China sí. Quizá por eso Trump ya no parece tan interesado como su antecesor en seguir apoyando política y económicamente al gobierno ucraniano encabezado por Volodimir Zelensky.

Por ahora el choque de fondo entre potencias es el que protagonizan Estados Unidos y China. Se trata de una guerra económica a nivel global vía aranceles pero que, desde la perspectiva de Trump, tiene como razón de ser impedir que el país asiático reemplace a Estados Unidos como la economía más fuerte a nivel mundial.

Y es que finalmente el que China llegue desplazar a Estados Unidos como eje de la economía global sí podría convertir al actual sistema de poder mundial de unipolar en bipolar. El gigante asiático ya tiene la base industrial que Estados Unidos está perdiendo. Algunas de sus universidades ya están clasificadas entre las mejores del mundo y entre ellas y sus institutos vocacionales gradúan anualmente a un millón y medio de ingenieros.

Para concluir vale preguntarnos, como mexicanos, ¿de qué manera nos afectan los procesos descritos? En el corto plazo el proyecto de la 4ª Transformación pareciera ser aguantar el embate del trumpismo y persistir en mantener a México integrado a la economía norteamericana pues prácticamente no hay alternativa. Sin embargo, de cara allargo plazo, la historia muestra que depender económica, política o militarmente de una gran potencia rara vez es una buena alternativa. Debemos construir de manera inteligente y sistemática condiciones que no nos obliguen a volver a vivir a la sombra de ningún imperio y menos si éste es vecino.

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