La gestión de Trump en sus primeros 50 días demuestra su autoritarismo y prepotencia. Vale solo recordar que desde el primer día de su segundo mandato externó su intención de adueñarse del Canal de Panamá, de Groenlandia y convertir a Canadá en el estado 51 de la Unión Americana.
En lo doméstico, de un solo golpe ha despedido a más de 10 mil burócratas y se estima que 400 mil empleados federales perderán sus trabajos en los siguientes dos años, de los cuales unos 100 mil será en Washington D.C. Entre otras decisiones sumamente riesgosas y negativas, Trump acabó con la USAID, la agencia encargada de brindar asistencia económica y humanitaria en todo el mundo. Esta decisión condujo a la suspensión de docenas de programas vitales tanto locales como internacionales en áreas como la salud, la educación y el control de epidemias en más de 120 países. Los expertos en desarrollo lo consideraron un revés significativo para los esfuerzos humanitarios, especialmente en países que dependen en gran medida de la financiación estadounidense. Por órdenes de Trump se dio por terminada la membresía, en la Organización Mundial de Comercio, (OMC), en la Organización Mundial de la Salud (OMS), entre otras, y mucho se teme que aún veremos más estragos.
Otra irresponsabilidad de Trump está en la manera de cómo ha impuesto su política en materia migratoria, obligando a México a retener un número indeterminado y creciente de migrantes, no sólo de mexicanos como de otras nacionalidades, que han sido rechazados por el sistema norteamericano, imposibilitándolos acceder a la condición de refugiados ni ser aspirantes a la ciudadanía, pese a que la fuerza de mano de obra norteamericana requiere ser apuntalada con los cientos de miles de inmigrantes.
Por su parte, México ha construido los albergues necesarios a lo largo de la frontera con Estados Unidos, para retener, al menos provisionalmente, a los migrantes expulsados que esperan ser repatriados a sus respectivos países de origen. La realidad, sin embargo, apunta a que la inmigración es necesaria para mantener los niveles de competitividad económica que han hecho a los Estados Unidos la potencia manufacturera más grande del mundo.
La acción de Donald Trump al frente de los migrantes refleja su espíritu racista, desprecia a los pobres y se inclina a favor de los ricos. Por un lado, rechaza a todos los extranjeros que llegan a Estados Unidos en busca de mejores oportunidades y por el otro, le abre las puertas "a los oligarcas rusos y también a los de otros países," ofreciéndoles, mediante el pago 5 millones de dólares una "gold card" para residir e invertir en el país, "además de que será una ruta hacia la ciudadanía".
Otro ejemplo de arbitrariedad son los aranceles impuestos a Canadá y a México. Trump indicó que se habían hecho avances en la reducción del flujo migratorio, pero no se han visto esos mismos progresos en lo que respecta a las drogas, en particular el contrabando de fentanilo. Por tal razón los aranceles entrarán en vigor el 4 de marzo para la importación de determinados productos mexicanos. Este es un caso más de atropello ya que Trump no respeta los procedimientos jurídicos que forman parte del T-Mec. Lo que podría implicar que Estados Unidos piensa retirarse del mismo.
Trump está convencido de que los países miembros de la Unión Europea se han puesto de acuerdo para perjudicar intencionalmente los intereses de Estados Unidos. De ahí que, a partir del 2 de abril, le impondrá un arancel del 25% a todas las importaciones que lleguen a Estados Unidos.
Su animadversión en contra de Europa va aún más allá al afirmar que le resulta más redituable negociar cambios profundos y radicales en materia de geopolítica como el balance de fuerzas que está en juego en la invasión rusa a Ucrania, uniéndose con el propio presidente Putin en un entendimiento que resulta históricamente improcedente e inexplicable. Trump se erige ahora como el único poder autocrático,
Estados Unidos ya no cree en pactos y alianzas, está dejando sola a la Unión Europea y a Ucrania y todo para que su país sea el dueño de la tierras raras. Las negociaciones se asemejan más a transacciones empresariales, son relaciones de conveniencia, lejos se ven ya los contrapesos en el marco de las democracias.