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La mandrágora

J. SALVADOR GARCÍA CUÉLLAR

Las mandrágoras son plantas con raíces antropomorfas, según el decir de los medievales, quienes atribuyeron muy interesantes mitos a estos vegetales.

De hecho, la mandrágora tiene ciertos poderes analgésicos, anestésicos y hasta alucinógenos por su contenido de alcaloides, pero no llega al punto en que los europeos del medioevo le imputaban a tan ordinaria plantita.

Estos vegetales y sus supuestas virtudes son conocidos desde tiempos muy antiguos, pues cuenta La Biblia que las hermanas Lea y Raquel, esposas de Jacob, eran estériles (la primera sólo temporalmente), pero luego de haber tenido contacto con unas mandrágoras, concibieron varios hijos cada una. Al parecer, la presencia de este vegetal misterioso causó la fecundidad de las dos señoras. Según el relato aparecido en el Génesis, las mandrágoras no eran abundantes en esos lugares, pues las dos mujeres discutieron por la posesión de las plantas proporcionadas por Rubén, hijo de Lea.

Según Discórides, médico y farmacólogo antiguo, este vegetal ya era famoso desde Pitágoras, quien la describió por su forma humanoide. Discórides añade que algunos vivales extraían las raíces de la mandrágora, escogían las más parecidas al cuerpo humano y le daban un acabado que la hacía todavía más semejante a nuestra figura, además, le encajaban granos de trigo en algunas partes, enterraban de nuevo la raíz y esperaban a que las semillas germinaran, de modo que los brotes parecían pelo y así el artilugio era mucho más semejante a un hombrecito. Luego, vendían estos fetiches a mujeres estériles quienes pagaban una verdadera fortuna por ellos, con la esperanza de que su presencia propiciara el embarazo, pero, claro está, incluido el concurso de varón.

La mandrágora también tuvo fama de afrodisíaca, y los hombres medievales demandaban grandes cantidades de estas raíces para poder disfrutar la vida a través del sexo, algo muy natural según lo vemos en la actualidad.

Entre los muchos mitos que se atribuyen a la mandrágora, se afirmaba que cuando alguien arrancaba del suelo alguna de ellas, la planta profería un lamentoso y desgarrador grito, de modo que quien lo escuchaba -principalmente quien la arrancaba- moría sin remedio. Pero para no caer en esta fatal situación, los mismos hierberos medievales recomendaban a sus congéneres que dejaran a un perro sin comer durante más de una semana, luego lo ataran a la mandrágora que deseaban arrancar y ofrecieran desde lejos un trozo de carne al animal, de modo que con la fuerza que le daba el hambre, desarraigara la planta, y así quien moría era el pobre can y no el curandero. Como podemos ver, el perro es el mejor amigo del hombre, pero no siempre el hombre es el mejor amigo del perro.

En la edad media existía el mito (otro más) de que las brujas utilizaban el extracto de mandrágora mezclado con algunos de otras yerbas, para desplazarse por los aires sobre sus escobas. Todo esto nos hace ver la importancia de esta planta en la Europa medieval, donde había gente muy dada a creer en mitos, tanto como en la actualidad, la única diferencia es que las fábulas son un poco distintas y con más variadas explicaciones.

La voz que designa a esta planta tiene un origen muy incierto, pues algunos estudiosos afirman que la palabra procede del sánscrito y significa "dañino para el ganado", otros en cambio ligan el vocablo con la voz mística Mantra, también propia del sánscrito, y la palabra griega Ágora, con lo que vendría a significar Plaza de Meditación, aunque ninguna de las dos versiones es confiable. De lo que sí estamos seguros, es que la lengua española recibió esta voz del latín y éste a su vez del griego. En las tres lenguas las palabras para designar a esta planta son muy semejantes.

Los europeos, desde la antigüedad hasta la era moderna, creían en los poderes mágicos de la mandrágora, y compusieron muy variados mitos sobre sus virtudes. La literatura y otras artes han tomado estas narraciones fantásticas y las han aumentado, de modo que existen historias insólitas sobre estos "hombrecitos de naturaleza vegetal" que ahora nos divierten, pero que las personas de esos lejanos tiempos creían sin excluir un punto de lo que se decía sobre ellas.

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Escrito en: Palabralia Columnas Editorial

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