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La originalidad del beisbol

JUAN ANTONIO GARCÍA VILLA

El beisbol es un deporte de conjunto, perfecto, bello y exacto. Muy diferente a los demás. Un rasgo que lo distingue del resto es que el equipo que está a la ofensiva jamás tiene posesión de la pelota. Y, curiosamente, el que tiene el control de ésta es el que se encuentra a la defensiva. Parece algo paradójico, pero no lo es, porque tiene su lógica.

Por ser el beisbol una disciplina perfecta (o con tendencia a serlo, lo cual nadie que lo conozca podrá negar), no faltan quienes se emocionan y suelen decir que se trata de una obra creada directamente por la divinidad. Para no ir más lejos, el cronista radiofónico y amigo Héctor Pimentel al concluir la transmisión de los juegos que narra, se despide de sus oyentes dándoles las gracias por escucharlo y “a Dios –dice— por permitirme ser parte de su más grande creación, que es el beisbol”. 

Sin embargo, el beisbol es creación directa del hombre y no se inventó en un solo momento ni de la noche a la mañana. Se fue construyendo por aproximaciones sucesivas, hasta llegar a lo que es: el esquema deportivo mejor acabado producto del ingenio humano.

Su proceso de formación tomó a veces caminos sorprendentes. Nadie imagina, por ejemplo, que algunos aspectos del beisbol evolucionaron de manera muy diferente a como fueron originalmente. Es el caso del modo de cómo termina un juego de pelota.

Hoy en día el aficionado sabe que un encuentro de beisbol ordinariamente concluye al jugarse nueve entradas, siempre que uno de los equipos contendientes supere al otro en carreras anotadas, y de no ser así el desafío continúa. Bueno, parcialmente sí fue así, en lo que se refiere a que en el beisbol siempre, salvo casos excepcionales, siempre debe haber un equipo ganador, porque en este deporte no hay empates, que es otro de los rasgos importantes que lo caracterizan. 

Históricamente, hasta el año de 1856, en el beisbol ganaba el equipo que primero anotaba 21 carreras. ¿Por qué precisamente 21 carreras? Bien a bien, no se sabe.

Y a partir de 1857 se estableció que se alza con el triunfo el equipo que luego de jugarse nueve innings registre más carreras. La diferencia entre uno y otro modo de dar por finalizado un juego de beisbol es notoriamente diferente. ¿Cuál es mejor? 

Sin duda alguna es la regla que hasta la fecha está vigente y que difícilmente podrá ser cambiada en el futuro.

Ya podrá imaginarse el aficionado lo extraño –incluso absurdo— que puede resultar un choque de pelota sea de una, dos o tres entradas si un equipo cae sobre el otro con una paliza tempranera; o bien que se extienda a lo largo de 25, 30 o más innings, hasta que uno de los contendientes anote 21 carreras. Además, nunca veríamos un duelo de pitcheo, que es verdadero manjar para el buen aficionado.

Porque un juego en el que al menos se anoten 21 carreras, jamás podrá ser un duelo de pitcheo sino más bien duelo de batazos. El atento lector ya habrá notado que una y otra modalidad tiene un importante elemento común: ninguna de las dos admite empates, característica que es parte de la esencia del beisbol. 

REUNIÓN

Este lunes 6 de enero la Peña Beisbolera llevará a cabo su primera reunión del año, en el lugar de costumbre: Juárez y calle Ramón Corona, a las 6:00 pm; se partirá la rosca de Reyes.

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