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La perenne agonía de la economía mexicana

MAURO SOTO RUBIO

El último dato del PIB publicado por el INEGI respecto al cuarto trimestre de 2024 confirma, aunque no sorprende a nadie, que la economía mexicana continua gravemente enferma: el PIB cayó 0.6% en términos reales, lo cual es más severo si tomamos en cuenta que, en promedio, la Población Económicamente Activa (PEA) ha venido creciendo 0.4% trimestralmente en los últimos años.

En tanto, el relato oficial que se ha venido construyendo desde el cambio de administración federal en diciembre de 2018, es que lo verdaderamente importante no es el crecimiento económico sino el desarrollo, entendido como el progreso en el bienestar no solo de unas cuantas familias con muy altos ingresos, sino preponderantemente de los hogares con mayores carencias. En principio me parece que el objetivo es moralmente deseable. Cualquier persona con una pizca de solidaridad no debería tener inconveniente alguno con este propósito. En segundo lugar, también estoy convencido de que se está fabricando una falsa disyuntiva entre crecimiento y desarrollo. Si bien el crecimiento económico no necesariamente beneficia a todos los estratos sociales, sí es una condición necesaria para que al menos existan recursos sobre los cuales se pueda discutir la mejor forma de distribuirlos.

El tema sujeto a debate, como casi siempre, está en los medios para alcanzar los fines. Desde 2018 los medios han consistido fundamentalmente en la implementación de una política social basada en transferencias directas desde el gobierno federal a través de distintos programas: Adultos mayores, Jóvenes construyendo el futuro, la Beca Benito Juárez, la nueva Beca Rita Cetina, suma y sigue.

Si bien algunos de estos programas son indiscutiblemente necesarios, como el apoyo a los adultos mayores, los otros son más debatibles. La controversia no radica, al menos desde mi perspectiva, en escatimar apoyos a los jóvenes para que se capaciten o continúen sus estudios, por ejemplo. El dilema es más sutil y pasa por admitir que los recursos públicos en el país son muy limitados y no alcanza para hacer cada vez más grande la política social e impulsar al mismo tiempo la actividad económica. Casi toda la discusión actual en el estudio de la administración pública atraviesa justamente por el dilema entre el grado de democracia y de eficiencia en el modelo organizacional de gobierno.

Es un hecho que México es de los países más desiguales del planeta, por lo que una distribución más democrática de los recursos es indispensable, pero también es cierto que durante las décadas de mayor crecimiento económico, el llamado milagro mexicano, se disminuyó la pobreza en forma sostenida, se aumentó la escolaridad promedio y la esperanza de vida de la población, todo ello sin la necesidad de crear un entramado institucional de transferencias gubernamentales hacia un abanico de temas cada vez mayor.

Ahora que la política social se ha convertido en repartir dinero por todos lados (casi 70% del gasto público) no quedan recursos para fomentar ese verdadero desarrollo para todos como el observado en las décadas de los años 50 hasta principios de los 70, en el que la construcción de escuelas, hospitales, carreteras, vías férreas, la industria nacional y un largo etc., permitió que existiera una movilidad social como jamás se ha vuelto a observar en el país.

Desde luego que la lucha por la erradicación de la pobreza no debe tener tregua, pero sin inversión productiva que acompañe a los principales programas sociales (no todos) me temo que esto no será posible. También es muy saludable el acercamiento con el sector empresarial mexicano, pero las fotos en las noticias y declaraciones de buenas intenciones no son más que eso. Todas esas señales necesitan materializarse urgentemente en inversión que genere empleos formales, que incrementa la demanda a través del consumo, además de la recaudación fiscal, con la esperanza, y solo eso, de que, por el bien de todos, sobre todo los pobres, esos ingresos fiscales regresen en forma de inversión productiva.

Dr. Mauro Soto RubioInvestigador y consultor en economía y políticas públicas

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