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La sombra rusa en Ucrania, tres años del regreso de la guerra a Europa
“He tomado la decisión de una operación militar especial”, fueron las palabras del presidente de Rusia, Vladímir Putin, el 24 de febrero de 2022, al momento de lanzar los primeros ataques contra Kiev, capital de Ucrania. Las acciones del Kremlin marcaron el inicio de una nueva guerra en Europa, la más grande operación desde la de Kosovo, librada entre 1995 y 1999.
Tres años han transcurrido desde los primeros bombardeos que sembraron terror en Kiev y, posteriormente, en toda Europa, principalmente en la Alianza del Tratado del Atlántico Norte (OTAN), que temía que las tropas rusas, aliadas con Bielorrusia, pudieran incursionar en el occidente del viejo continente.
El panorama geopolítico, sin embargo, se modificó abruptamente el pasado 20 de enero, cuando Donald Trump regresó a la Casa Blanca para un segundo mandato —no consecutivo— en Estados Unidos.
Su retorno supone un cambio en el paradigma occidental. Putin aseguró que la guerra pudo haberse evitado si el republicano hubiera seguido en el poder; asimismo, sostuvo que se arrepentía de no haber invadido Ucrania con anterioridad.
La justificación de Moscú ante su llamada “operación militar especial” fue que la OTAN estaba ampliando su influencia en Europa del Este, instalando ojivas nucleares con dirección hacia las principales ciudades rusas. También ha acusado a Ucrania de tener un gobierno con facciones fascistas.
Hoy en día, la soberanía de Ucrania es prácticamente inexistente para Rusia, puesto que Vladímir Putin ha mostrado disposición para negociar un tratado de paz con Estados Unidos. La guerra podría llegar a su fin pronto, según una proyección del mandatario europeo el pasado 28 de enero, quien pronosticó que podría firmarse un acuerdo en meses venideros, antes del fin de la primavera. Sin embargo, esto sólo podría concretarse si Occidente deja de suministrar apoyo militar a Ucrania.
Putin ha acusado a Volodymyr Zelenskyy, presidente de Ucrania, de haber bloqueado sistemáticamente el proceso de paz desde la primavera del 2022. En ese mismo tenor, Moscú sostiene que la legitimidad del mandatario ucraniano es nula al haber expirado su administración de cinco años, la cual se extendió debido a la ley marcial que impera en ese país. En declaraciones para la televisión estatal rusa, Putin subrayó que un acuerdo debe garantizar la seguridad de Rusia y Ucrania a largo plazo y que “no puede haber ningún error”; esto se traduce principalmente a los intereses rusos. Contrastan las opiniones de Zelenskyy, quien acusó a su homólogo de “tener miedo de las negociaciones” y de buscar prolongar la guerra por varios años más.
De acuerdo con Nikolái Pátrushev, asistente del presidente de la Federación de Rusia, el mandatario ha dejado la puerta abierta a negociar con cualquier otra autoridad ucraniana, lo que supondría una alternativa que no incluya a Estados Unidos y tampoco a Europa.
¿EUROPA RELEGADA DE LAS NEGOCIACIONES?
“Nada puede hacerse a espaldas de Kiev”, fueron las declaraciones realizadas por Francia tras convocar a una reunión urgente de ministros de relaciones exteriores pertenecientes a Estados Unidos y la Unión Europea (UE).
“Esa es una condición sine qua non para Francia, pero también para el conjunto de los Estados europeos”, replicó el portavoz del Ministerio de Relaciones Exteriores de Francia, antes de añadir que “es absolutamente imposible e impensable” que no se tenga en cuenta a Ucrania en las negociaciones de paz. París sostuvo que el objetivo de la cumbre es “continuar marcando el apoyo de los miembros que están en torno a la mesa” a Ucrania, no sólo desde el punto de vista diplomático, sino también en el terreno material, financiero y armamentístico. En Alemania, la sensación de temor es similar al resto de Europa. El canciller Olaf Scholz ha calificado en reiteradas ocasiones las acciones de Putin como una “flagrante violación al derecho internacional” y le acusa de socavar la paz en el continente.
Los países del este europeo de la OTAN y de la UE, sobre todo las tres repúblicas bálticas de Estonia, Letonia y Lituania, así como la Polonia eslava, se preguntan ahora si ellos también están amenazados.
Tienen largas fronteras con Rusia o Bielorrusia, aliada de Moscú, y fuertes minorías rusoparlantes. Antes pertenecían a la Unión Soviética.
La expresidenta de Lituania, Dalia Grybauskaite, escribió en un tuit: “Las sanciones no detendrán al agresor”. Los “criminales de guerra” sólo pueden ser detenidos en el campo de batalla. La OTAN ha reiterado desde la administración del exsecretario Jens Stoltenberg y su actual líder, Mark Rutt, que el flanco oriental estará fortificado y que la alianza militar hará todo lo posible para salvaguardar su seguridad. En lo que respecta al Báltico, los expertos militares occidentales ya plantearon en 2016 sus dudas sobre si la OTAN podría defender realmente a los tres países.
En un estudio del think tank estadounidense RAND, en el que también participó el excomandante de la OTAN Egon Ramms, se señala que Rusia podría bloquear fácilmente los tres Estados y cortarles suministros. La infantería de la OTAN “ni siquiera podría retirarse. Sería derrotada en el acto”. La única opción que queda es intentar retomar el Báltico. Pero eso acabaría “en desastre”, sostuvieron los analistas. Por su parte, Polonia ha incrementado la fortificación en sus fronteras comunes con Bielorrusia y Rusia ante lo que considera una inminente injerencia militar terrestre por parte de Moscú.
En octubre, Varsovia tomó la decisión de cerrar el consulado ruso en la ciudad de Poznań, tras acusar a diplomáticos de este país de espionaje y sabotaje. También se han atribuido a Rusia incidentes como un incendio en el mayor centro comercial de la capital polaca ocurrido en mayo pasado.
El gobierno polaco ha identificado un aumento en los ataques cibernéticos y campañas de desinformación provenientes de Rusia, según declaraciones del viceprimer ministro encargado de asuntos digitales, Krzysztof Gawkowski. Una de las principales estrategias de dichas campañas en Polonia ha sido intentar erosionar el apoyo del país a Ucrania. Según reportó Financial Times, se enviaron cartas de reclutamiento falsas a ciudadanos ucranianos residentes en Polonia, con el objetivo de generar confusión y desconfianza. En otro caso, el gobierno tuvo que desmentir noticias falsas que afirmaban que ciu dadanos polacos serían enviados a luchar en Ucrania. Estas acciones realizadas por agentes rusos, según Varsovia, fueron presenciadas antes de las elecciones parlamentarias de la Unión Europea.
A nivel europeo, la preocupación por la injerencia rusa en procesos democráticos no se limita a Polonia. En diciembre pasado, Rumania tomó la decisión sin precedentes de cancelar sus elecciones presidenciales debido a la supuesta interferencia de Moscú; casos similares se vivieron en Georgia y Moldavia.
Del otro lado del Atlántico, Estados Unidos ha sido la garantía de seguridad más grande para la OTAN, sin embargo, el regreso de Donald Trump ha puesto sobre la mesa nuevas amenazas para la Alianza, principalmente porque el presidente norteamericano ha amenazado con suspender la ayuda a los países miembros que no inviertan el mínimo establecido en gastos de Defensa. Las exigencias de aumentar este gasto en un cinco por ciento supone complicaciones.
Si bien Trump ha mostrado su rechazo a la OTAN, el distanciamiento estadounidense de Europa data de tiempo atrás, pues pasadas administraciones han exigido una mayor asunción de responsabilidades, principalmente en el plano militar.
Dichas acciones han llevado a un temor europeo de que el continente sea relegado de las negociaciones de paz entre Rusia y Ucrania, puesto que Putin no ha mostrado disposición de sentarse en la mesa con los líderes europeos, sólo con Trump
Ucrania se opone a que Vladímir Putin y Donald Trump negocien la paz sin la participación de Kiev y de Europa. Putin quiere “negociar el destino de Europa sin Europa. Quiere hablar de Ucrania sin Ucrania. Eso no ocurrirá. Putin debe volver a la realidad o será devuelto a la realidad”, recalcó el jefe de la administración presidencial, Andrii Yermak, en Telegram, el 24 de enero.
FILTRACIÓN DE LA PROPUESTA DE PAZ DE TRUMP
El gobierno de Estados Unidos mantiene un acuerdo de paz con tres condiciones clave sobre la mesa. Hasta el cierre de este reportaje, no existía una confirmación de parte de la Casa Blanca sobre el documento filtrado a finales de enero.
Cabe recalcar que la comunidad internacional, principalmente Europa, Ucrania y Rusia, deberá evaluar si las medidas son las adecuadas para concretar una paz duradera en el continente. Una de las principales directrices del documento se basa en la renuncia de Ucrania de ingresar a la OTAN. Este ha sido uno de los principales argumentos rusos para la justificación de lo que llaman la “operación militar especial”. La medida supone una línea roja para Kiev, que ha mostrado su interés en ingresar a la Alianza militar. El viceministro de Relaciones Exteriores de Rusia, Alexandr Glushkó, afirmó que esta acción es uno de los elementos claves para un posible arreglo del conflicto que estalló en febrero de 2022.
“Para nosotros, esto (la renuncia al ingreso de Ucrania en la OTAN), es uno de los elementos claves para un posible acuerdo sobre el conflicto en Ucrania, un elemento que tiene que ver con las causas de este conflicto”, subrayó el viceministro en una entrevista con el canal Rossía-24 de la televisión estatal rusa, agregando que la potencial incorporación de Ucrania en la Alianza “excluye la consecución de la paz” en este país “y, en un sentido más amplio, la creación de una arquitectura de seguridad”.
“No sólo buscaremos férreas garantías jurídicas internacionales que excluyan la membresía de Ucrania en la OTAN en cualquier forma, sino que también insistiremos en que esto se convierta en la política de la propia alianza”, recalcó.
Glushko calificó de “catastrófica para la seguridad europea” la decisión de la cumbre de la OTAN en Bucarest (2008) de refrendar su propósito de aceptar a Ucrania y Georgia.
“Si no se retira esta formulación se creará una ambigüedad, lo cual es absolutamente inaceptable para nosotros cuando hablamos de la necesidad de lograr una solución viable, sostenible y férrea del conflicto en Ucrania y en torno a ella”, añadió.
En la propuesta también reza la reducción gradual de las sanciones internacionales contra Rusia, lo cual daría paso a una flexibilización de las restricciones sobre bienes, capital y materiales de guerra. El Kremlin afirma que la prolongación de las sanciones de la Unión Europea contra el país por la guerra en Ucrania “no cambian nada” y tampoco suponen algo nuevo.
Las medidas que se actualizan cada semestre por parte del bloque de los 27 se han dado desde 2017, cuando Rusia anexionó la península ucraniana de Crimea. Actualmente, la Unión Europea trabaja sobre lo que sería el decimosexto paquete de sanciones contra Moscú, que espera tener listo previo al 24 de febrero, día del tercer aniversario de la guerra.
Un alto al fuego, presuntamente proyectado para el 20 de abril, que incluiría la retirada progresiva de las tropas rusas del territorio ucraniano, sería el primer paso hacia la paz. Esta tendría que llegar acompañada de garantías de seguridad para Ucrania a largo plazo, por lo que se proyecta que efectivos militares de Europa realicen un despliegue en zonas no especificadas.
El 9 de mayo, Día de la Victoria en Rusia (fiesta nacional por su victoria sobre la Alemania Nazi), es la fecha propuesta para el fin de la guerra en el supuesto borrador de Estados Unidos. Cabe destacar que no se ha informado sobre fondos financieros que permitan la reconstrucción de Ucrania, ni posibles sanciones o pagos compensatorios por parte de Moscú hacia Kiev ante los daños que ha sufrido el territorio.
FINANCIAMIENTO, CUESTIÓN CRÍTICA PARA LA SUPERVIVENCIA
El secretario general de la OTAN, Mark Rutte, reconoció a finales de enero que una victoria rusa sobre Ucrania socavaría la fuerza disuasoria de la alianza militar más grande del mundo y que restaurar su credibilidad podría costar miles de millones de dólares. La Alianza ha ido aumentando sus fuerzas a lo largo de su flanco oriental con Rusia, Bielorrusia y Ucrania, desplegando miles de tropas y equipos para disuadir a Moscú de expandir su guerra al territorio de cualquiera de los 32 países miembros de la organización.
“Si Ucrania pierde, entonces para restaurar la disuasión del resto de la OTAN de nuevo, será un precio mucho, mucho más alto de lo que estamos contemplando en este momento en términos de aumentar nuestro gasto y aumentar nuestra producción industrial”, dijo Rutte en el Foro Económico Mundial en Davos, Suiza.
El secretario general insistió en que los aliados occidentales de Ucrania deben “intensificar y no reducir el apoyo” que están proporcionando al país, casi tres años después de que comenzara la invasión a gran escala de Rusia.
“Tenemos que cambiar la trayectoria de la guerra”, dijo Rutte, añadiendo que Occidente “no puede permitir, en el siglo XXI, que un país invada otro país y trate de colonizarlo”.
Para contrarrestar una victoria rusa, los miembros de la OTAN, incluido Estados Unidos, deben invertir en sus gastos de Defensa, no obstante, se encuentran lejos de invertir el cinco por ciento de su Producto Interno Bruto, como lo ha solicitado Trump. Aunque la OTAN pide un mínimo del dos por ciento, los mandatarios aliados están de acuerdo en llegar a invertir al menos un cinco por ciento en gasto militar. Está previsto que ese compromiso sea actualizado en la próxima cumbre que celebrará la OTAN en junio, en La Haya, Países Bajos, la primera a la que asista Trump en su recién iniciado segundo mandato.
No hay por el momento una cifra consensuada, pero Rutte ha dejado claro que el dos por ciento “no es suficiente” y que, si se tienen en cuenta las necesidades que surgen del proceso de planificación interna de la OTAN, “se situará por encima del tres por ciento”. También ha declarado en varias ocasiones que, en su opinión, si no sube la inversión, la Alianza estará “a salvo ahora, pero no en cuatro o cinco años”, teniendo en cuenta el ritmo de gasto militar de Rusia o China.
Las últimas cifras previstas para 2024 ofrecidas por la OTAN muestran un progresivo aumento del gasto en defensa desde 2014, cuando eran sólo tres los aliados que cumplían con el objetivo del dos por ciento. En cambio, veintinueve Estados miembros cumplirán con ese objetivo este año.
Según la previsión hecha en junio, los aliados europeos y Canadá habrían destinado a defensa el 2.02 por ciento de su PIB en 2024, por encima del 1.78 por ciento de 2023 y del dos por ciento que se habían comprometido a alcanzar en diez años en la cumbre de líderes de la OTAN de 2014 en Gales.
Según este pronóstico, los países más adelantados son Polonia, con un 4.12 por ciento de su PIB; Estonia, con un 3.43; Estados Unidos, con un 3.38; Letonia, con un 3.15, y Grecia, con 3.08 por ciento.
También se prevé que rebasen el objetivo del dos por ciento Lituania, Finlandia, Dinamarca, Reino Unido, Rumania, Macedonia del Norte, Noruega, Bulgaria, Suecia, Alemania, Hungría, República Checa, Turquía, Francia, Países Bajos, Albania y Montenegro. Eslovaquia se situará justo en el dos por ciento, según los datos provisionales de la organización transatlántica.
En el extremo opuesto se encuentra España, país que menos proporción de su PIB invierte en defensa de toda la Alianza, según las estimaciones para 2024. Destinará a inversión militar el 1.28 por ciento de su Producto Interno Bruto en 2024, por detrás de Eslovenia y Luxemburgo (1.29 por ciento del PIB en ambos casos) y Bélgica (1.30 por ciento).
Estados Unidos, el aliado que más recursos invierte en defensa en términos absolutos, habría invertido en sus fuerzas armadas 754 mil 684 millones de dólares en 2024, mientras que la OTAN calcula que la inversión militar total este año ascenderá a mil 184 millones de dólares, de los que los aliados europeos y Canadá aportarán 430 mil 112 millones.
APOYO HUMANITARIO SUSPENDIDO
Además del financiamiento en defensa, los recortes en ayudas humanitarias para Ucrania juegan un papel importante a tres años de iniciado el conflicto. Zelenskyy solicitó a su gobierno que aborde con los líderes de Europa la posibilidad de cubrir la financiación de proyectos humanitarios, energéticos y de seguridad que se vieron afectados por la decisión de la nueva administración Trump de suspender, por un plazo de 90 días, la práctica totalidad de la ayuda internacional que ofrece Washington al país.
El presidente adelantó que algunos proyectos “de importancia crítica” se han visto interrumpidos; algunos tenían como objetivo descentralizar la generación de electricidad en Ucrania para hacerla menos vulnerable a los ataques rusos, que se han centrado en áreas clave de dicho país. Otros de los paquetes económicos suspendidos iban dirigidos a ayudar a veteranos de guerra, que no pueden reincorporarse al ejército tras haber sufrido lesiones, a montar negocios y reintegrarse en la vida civil.
En ese sentido, Zelenskyy mencionó el último jueves de enero que entre las áreas de cooperación en las que ha tenido impacto la decisión de Trump está el funcionamiento de los puntos fronterizos, cuya gestión se ha agilizado gracias al apoyo de Estados Unidos y de otros socios.
“Buscaremos más recursos internos para esto. Hay ciertos problemas a nivel del Ministerio de Salud y también en el campo de la ciberseguridad. Estamos ocupándonos también de esto”, agregó Zelenskyy, que ordenó una auditoría sobre los sectores a los que ha dejado de llegar ayuda de Washington.
El impacto de las suspensiones de Trump fue inmediato. Según la Agencia de los Estados Unidos para el Desarrollo Internacional (USAID, por sus siglas en inglés), ha suministrado a Ucrania más de dos mil 600 millones de dólares en apoyo humanitario desde el comienzo de la invasión rusa. También ha aportado cinco mil millones para el desarrollo del país y 30 mil millones de ayuda presupuestaria directa.
Para este año, la agencia ha pedido una cantidad de 411 millones de dólares para apoyar a Ucrania, entre los que se incluyen 91.1 millones para democracia y buen gobierno, 71 millones para sanidad y 22.5 millones para agricultura. “Este apoyo es importante, especialmente en el contexto de la guerra”, dijo el jefe de la Confederación Agraria Ucraniana, Pavló Koval.
Según Koval, los recursos provenientes de Estados Unidos han ayudado a las empresas agrícolas, entre ellas las más vulnerables, a protegerse de los efectos de los ataques deliberados rusos contra la infraestructura energética ucraniana y la logística de este sector.
Según USAID, su programa AGRI-Ucrania ha beneficiado a más de 15 mil productores agrícolas ucranianos, un 34 por ciento de los que operan en el país, quienes han obtenido fondos, semillas, fertilizantes y depósitos para guardar el grano.
Esto ha garantizado la preservación y cosecha de más de 5.5 millones de toneladas de grano, que le han supuesto a Ucrania más de mil millones de dólares en beneficios y han propiciado la estabilización de los precios globales en el sector alimentario.
Otar Dovzhenko, del Media Forum de Leópolis, cree que tras la interrupción de la ayuda vendrá su reducción, lo que también afecta a la prensa independiente, que podría ver revertidos los progresos logrados durante los últimos años.
Según Dovzhenko, la medida ha supuesto una sorpresa para los medios, que tendrán dificultades a la hora de encontrar fondos alternativos en medio de la guerra. La decisión de la administración de Trump puede provocar una crisis de gran magnitud entre las organizaciones no gubernamentales ucranianas, que se verán forzadas a detener sus proyectos o a reducirlos de forma significativa.
Entre los capítulos que podrían verse afectados en medio de los ataques continuos rusos, también están la construcción de refugios antiaéreos para escuelas y el apoyo a hospitales en las regiones del frente de batalla.
Actualmente, expertos internacionales y analistas de guerra sostienen que pese a que Ucrania ha tenido un menor número de bajas militares, la guerra de desgaste rusa ha mermado la confianza sobre una eventual victoria o sobre un inclinamiento de la balanza a su favor antes de las posibles negociaciones de paz.
Rusia y Ucrania buscan ganar terreno previo a la primavera, para forzar el uno al otro a aceptar condiciones que les favorezcan al dar cierre a una guerra que, hasta el día de hoy, no tiene un fin aparente.