Muchas constituciones nacionales se encuentran en este momento en severa prueba, incluso en naciones que llevan muchos años de convivir con sus Cartas Magnas.
Las pruebas son diarias respecto a la posibilidad de hacer coincidir y resolver sus problemas cotidianos a través del respeto a las normas que definen su convivencia. Es así como es fácil cambiar una constitución mediante grandes revoluciones sociales que pueden darse siempre y cuando se cuente con los líderes populares adecuados. Las transformaciones más grandes de sistemas de vida se han hecho a lo largo de la historia, gracias a líderes de honda trascendencia. Hay, sin embargo, muchos otros casos en los que paso a paso, sin mayores turbulencias populares, se va cambiando la forma de actuar de las poblaciones, sin que ellas mismas se den cuenta. Esto se ve claro en la evolución imperceptible en las costumbres y formas de vida de los pueblos.
La pretensión del presidente López Obrador de realizar una transformación profunda en la sociedad se vio claramente en el régimen que él acaba de concluir. Dejó a su sucesora la tarea de cumplir propósitos semejantes a través de un método más suave que la caracteriza. La presidenta está ahora entregada en su papel de pretender hacer los cambios que su antecesor apeteció, sólo que procede con menos violencia y divisionismo. De esta manera Claudia Sheinbaum intenta lograr una transformación radical en la relación entre los poderes económicos fácticos que son las agrupaciones empresariales de alto nivel y las organizaciones sindicales. Más que nada es notorio el cambio de relación que se ha dado entre las corporaciones sociales y religiosas cuando se trata de persuadir un cambio de actitud de éstas frente a los profundos problemas a los que se enfrenta el país.
El cambio más reciente está en el Poder Judicial donde una transformación en la manera de constituir su membresía deja muy serias preocupaciones a los que miran con recelo apartarse de las fórmulas de integración para sustituir a sus futuros miembros. De hecho, el partido en el gobierno se ha obstinado en integrar al Poder Judicial sólo con los afiliados a dicho partido, cerrándole las puertas a la oposición.
Aquí, por su parte, la forma de pensar del empresario frente a sus obligaciones cívico-ideológicas es mucho más trascendente en las decisiones que tienen que ver con el uso de los recursos naturales y humanos con que un país esté dotado. La diferencia puede encontrarse sólo en cuanto a la ideología del partido al que pertenece el ciudadano. Es distinto un sistema económico político regido por las decisiones personales de sus líderes. Aquí reside la necesidad del ciudadano de saber escoger el partido político en coyunturas electorales como la que aconteció en junio del año pasado, grandes transformaciones se han realizado gracias a lo anterior.
México se encuentra precisamente a la mitad de una larga y compleja transformación. Habiendo dejado a un lado las estridencias de los llamados de Amlo.
Hoy día nadie debe engañarse creyendo que el badajo de la campaña política ha cambiado totalmente de dirección inclinándose a la derecha.
Ciertamente las intenciones de los nuevos líderes políticos del país siguen fiel a su rumbo de profunda transformación social y política. La búsqueda del nuevo gobierno, por suave y manso que parezca, estará siempre pendiente de lograr que México sea un punto de referencia para los cambios socioeconómicos que no sólo aquí se requieren, sino también en todos los pueblos del mundo.