El cacao es la planta con la que se produce el chocolate y su origen es de nuestros antepasados, así que podemos presumir de que el chocolate es un regalo que nosotros, los mexicanos, le hicimos al mundo. ¡De nada, mundo!
“A mí me gustan las cuentas claras y el chocolate espeso”. ¿Ha escuchado esta frase? Yo sí, y debo admitir que no le hallaba muy bien la relación entre una cuenta —los números— y el chocolate espeso, y aunque no entendiera la relación, como quiera se me antojaba un chocolatito y pues me lo tomo, claro que sí.
Fue Fray Jerónimo de Aguilar el que mandó desde acá —de nuestras tierras— las primeras muestras de chocolate a sus colegas del Monasterio de Piedra en Europa, pero a todos les pareció muy amargo y dijeron: “¡guácala! No nos gusta esta cosa”. Hasta que a unas monjitas de Oaxaca se les ocurrió ponerle azúcar al chocolate y entonces, en la segunda vuelta, causó furor primero en España y después en todo el Continente Europeo. ¡Ándele, así con azúcar sí sabe rico!
Luego empezaron a imponerse los diferentes gustos. A los españoles que son muy intensos y vehementes en sus expresiones, pues el chocolate también les gustaba cargao… para que “de veras sepa a algo”. A los franceses, que son más ligeros o menos aparatosos que los españoles, les gusta tomar el chocolate más diluido en leche, más suavecito y sensualón. De ahí nace el chocolate a la española y a la francesa.
Entonces el chocolate de los españoles era más oscuro y de ahí es precisamente de donde surge el dicho que le comentaba. Cuando dice “espeso” lo que quiere decir es que el chocolate por espeso está oscuro y el chocolate oscuro está muy bien, pero, las cuentas, no me gusta que sean oscuras. En eso sí, exijo que haya claridad. Ah, pues así sí, ya entiendo mucho mejor el sentido de la frase.
Le tengo otro dicho que también se usa frecuentemente: “A la ocasión la pintan calva”. ¿Cómo es la ocasión, qué cara tiene y quién la pintó así? Yo hasta me imaginaba a la “ocasión” enojadísima porque decía que ya estuvo bueno de que la anden pintando pelona y que, si siguen así, ella va a desaparecer para siempre y entonces sí que ya no va a haber ocasión de nada y “a ver cómo le hacen…”
Resulta que los romanos representaban a la ocasión como una mujer hermosa, desnuda y con alas, como diciendo que las ocasiones, o sea, las oportunidades así son de fugaces, pero además estaba parada de puntitas como para que, en cualquier momento, se fuera de puntitas a alguna parte y ya no la volviéramos a ver.
En esa representación, a la ocasión se le podía ver luciendo una abundante cabellera, pero por detrás estaba totalmente rapada, pelona. Entonces, si querías agarrar una ocasión, pues tenías que agarrarla de frente, porque si se te pasaba ya ni de los pelos la puedes sostener… se va, se va y se fue.
Ahora sí que, como dijo aquel: “la tenía, era suya… ¡y la dejó ir!”
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ME PREGUNTA Indira Saucedo: ¿Es correcto decir “la mediodía” o “el mediodía”?
LE RESPONDO: Mediodía es una palabra compuesta por otras dos: “medio” que es un adjetivo masculino y “día” que es un sustantivo masculino. Al juntarlas, lo lógico es que siga siendo masculino, entonces lo correcto es decir, el mediodía.
LAS PALABRAS TIENEN LA PALABRA: Es muy triste amar sin ser amado, pero es más triste acostarse sin haber cenado.