LOS DARWINIANOS Y OTROS
Existe un montón de personajes célebres que un día amanecieron convertidos en adjetivos. Aludo a la cautivante novela de Franz Kafka, La metamorfosis, en la que su protagonista, Gregorio Samsa, un día amanece convertido en una vil cucaracha. Como dicen ahora: ¡sí soy! Porque, ¡cuántas veces amanezco sintiéndome como una vil, repugnante y fumigada cucaracha! A lo mejor a usted también le ha pasado… no lo sé.
Bueno, debo aclarar que los personajes a los que quiero referirme no fueron ellos precisamente quienes amanecieron convertidos en adjetivos, sino que fue su nombre. Ellos ya tenían rato de haber fenecido, o como dice vulgarmente mi compadre, habían "mascado celestial reata".
Estos personajes históricos que le digo han trascendido a su propia época y su nombre convertido en adjetivo sirve para calificar a otras personas que tienen actividades o características que los hacen similares a aquellos. El ejemplo más fácil de entender es el de un ser freudiano. Ya ve usted como era el médico neurólogo y psiquiatra austríaco Sigmund Freud, inventor del psicoanálisis que todo lo relacionaba con los impulsos sexuales. Entonces es natural que a ese amigo que todo lo relaciona con los impulsos sexuales, lo acusemos de ser muy freudiano.
En cambio, a un señor que es muy apegado a la lengua española clásica, lo alabamos diciéndole que es muy cervantino, porque en algo se parece a Cervantes. No porque sea manco, ¡líbrenos Dios! Sino porque tiene actitudes que nos recuerdan cómo ha de haber sido don Miguel de Cervantes, autor de El Quijote.
A cada rato vemos en la tele o en el periódico que hubo un dantesco incendio y entendemos que fue una quemazón realmente aterradora, sí, es cierto, pero ¿por qué dantesca? Pues porque las inmensas lenguas de fuego nos hacían recordar el infierno igualmente aterrador que pinta Dante Alighieri en La Divina Comedia. Era un incendio dantesco porque se parecía al infierno de Dante.
Un tipo darwiniano sería entonces alguien tan despiadado o inflexible en la lucha por la supervivencia como lo plantea Charles Darwin en su Teoría de la evolución de las especies, en la cual sólo sobrevive el más apto para defenderse, aunque sea pasando por encima de los demás.
Epicuro era un filósofo griego que decía que era bueno buscar siempre el placer, aunque con ciertas limitaciones. Los epicúreos son los seres modernos que siguen a Epicuro por lo menos en la primera parte de su teoría, o sea que buscan el placer, pero en las limitaciones ni se fijan y entonces dedican su vida a darle vuelo a la hilacha con singular abandono.
Hay también los cartesianos que son racionalistas como René Descartes quien trató de crear una filosofía sobre bases puramente racionales. Los cartesianos no se llaman descartesianos porque Descartes en latín es Cartesius.
A los muy duros o crueles se les califica de draconianos en honor de Dracón, legislador ateniense que fijó leyes tan duras que decían que estaban escritas con sangre.
Y, por último, cito a los spinozianos que no tienen nada que ver con su servidor, sino con Baruch Spinoza, un filósofo que era muy dado al misticismo y al panteísmo, o sea que los spinozianos todo lo relacionan con Dios porque para ellos todo el Universo es Dios.
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ME PREGUNTA Andrés Ruiz: ¿Por qué pronunciamos once, doce, trece, catorce, quince, y no dieciuno, diecidos, diecitres, diecicuatro, diecicinco respectivamente?
LE RESPONDO: Porque esa lógica no es aplicable al lenguaje. Por ejemplo, si los de Puerto Rico son portorriqueños ¿por qué los de México no somos mexiqueños? Así es el lenguaje.
LAS PALABRAS TIENEN LA PALABRA: El herrero que no da en el clavo, es un errero.