Existe una creencia popular que sostiene que el ser humano no debe conformarse nunca con lo que tiene ni con lo que es. Se dice que se deben buscar siempre maneras de superarse, subir de nivel, tener más, ser más... salirse de eso que llaman la “zona de confort” porque de lo contrario se es un mediocre. Sólo así se alcanza el éxito y, por supuesto, la felicidad.
Pues entonces tengo que confesar que me encanta mi zona de confort.
Es en esa zona en la que yo me siento a gusto con lo que hago y me conecto con quien realmente soy. Hago lo que estoy destinado a hacer sin que me fastidie el exigente ego, que siempre quiere más dinero, fama, poder, y demás cosas. En esa zona soy más productivo, porque hay que aceptar que el que es flojo y holgazán, lo es en cualquier situación. La misma palabra “confort” proviene del latín con y fortare, un derivativo de fortis que significa “fuerte”. Confortare es lo que te hace fuerte, literalmente.
Es la fuerza que se encuentra estando en su zona de confort, en la que su espíritu se siente conectado y entiende que la felicidad poco tiene que ver con el dinero, con el puesto de trabajo o con el reconocimiento obtenido. Confort también significa “estar cómodo”, ¿y por qué nos negamos la oportunidad de vivir cómodamente? Si se encuentra la verdadera zona de confort en la que se puede ser auténtico, entonces se pueden aprovechar las cualidades que se tienen.
Es claro el sentido que se le da a la famosa zona de confort con el propósito de motivar la superación personal, el querer siempre alcanzar más sugiriendo que si se llega a ese estado en el que se está cómodo, entonces no se seguirá adelante, pero no necesariamente es así.
La demanda social nos exige que jamás nos conformemos porque entonces nunca conseguiremos nuestras metas, debemos estar intranquilos para avanzar. Podríamos considerar que es una postura un tanto egoísta y muy materialista, porque en ella, la felicidad siempre está al servicio del afán de conseguir más: nunca se conforme.
Lo importante de la vida está en el aceptar quien se es realmente y si estando en ese estado de agradecimiento alguien le acusa de estar “malamente” instalado en su zona de confort, dese usted cuenta de que tal persona probablemente piensa diferente porque está sujeta a tener que conseguir más y más cada día. Usted no está obligado a ser así.
La zona de confort no se trata de no hacer las cosas sino de permitirse ser genuino y honesto consigo mismo.
Así se encontrará haciendo cómodamente lo que siempre ha querido hacer. Habrá cosas que le inquieten y eso es normal, dentro o fuera de su zona de confort, pero el objetivo es no tener miedo a mostrarse, lo que se puede hacer desde el lugar en el que se siente uno mejor. Así es como yo veo a la famosa zona de confort. Y usted, ¿cómo la ve?
Soy Don Juan Recaredo… compártame sus dudas y [email protected] X: @donjuanrecaredo.
ME PREGUNTA Genaro Sánchez: ¿Cómo es, el sartén o la sartén?
LE RESPONDO: Lo correcto es la sartén.
LAS PALABRAS TIENEN LA PALABRA: Lo terrible de la necedad es que puede semejarse a la sabiduría más profunda.