La escritura a veces suele llevarnos por caminos caprichosos. Un día pretendo escribir sobre un tema que he elegido, pero si me entrego a pensamientos aleatorios, termino hablando, por ejemplo, de una caminata hecha el día anterior, o de lo pensado precisamente mientras andaba paseando. Distintos autores/as han dicho que caminar es una grata forma de ejercitar el pensamiento, y pensar es imprescindible para escribir. Y sí, a muchos/as nos sirve salir y mover las piernas mientras se desenreda una idea que ha estado revoloteando en la cabeza.
En estos pocos días de descanso también la lectura me ha llevado por caminos caprichosos, o más bien, he podido elegir qué leer sin fecha límite. El último día del 2024 me encontré en casa un librito que me había comprado un año antes: Caminar o lo salvaje, de Henry David Thoreau, ese famoso naturalista estadounidense del siglo XIX.
No recuerdo si lo compré porque ya había leído a este autor en sus otros libros, Walden o la vida en los bosques y Desobediencia civil (y me había gustado), o precisamente por el tema andariego o por la bonita edición que publicó Impronta Casa Editora. Quizá fue por las tres razones. Hay intereses que crecen en nosotros y no se advierten de manera consciente hasta que descubres que se han apilado en el estante variantes de un mismo tema. En mi caso, de pronto había acumulado lecturas sobre caminar.
Comencé a leer dicho libro porque es breve, pero resultó ser brevísimo y disfrutable, un ensayo de unas cincuenta páginas que elogia las caminatas, sobre todo las que se hacen en medio de la naturaleza, y que promueven el pensamiento libre, libre entendido como sinónimo de salvaje. Fue disfrutable no solo porque comparto el gusto por caminar y leer sobre autores/as que caminan, sino porque me interesan las publicaciones que son una propuesta en su edición e impresión, y ésta es una hermosa edición bilingüe, con los interiores impresos en una máquina risográfica con tintas verde y negra, y con grabados de árboles y motivos florales, que sirven para hacer divisiones en el texto y para adornar las guardas; los forros se hicieron en impresión tipográfica, con formación en linotipo. Una artesanía que rescata una técnica anterior a la impresión offset.
Elegí ese libro cortito sabiendo que acabaría pronto, que era muy probable que me gustara por el tema, porque ya conocía a su autor y porque el placer también estuvo en tener en las manos un objeto agradable a la vista, placentero en su contenido y en sus rasgos materiales.
Ojalá muchas de mis lecturas del 2025 sean así: caprichosas, disfrutables y sin prisas. Ojalá el placer triunfe sobre las imposiciones de nuestros propios retos o de los castigos que nos autoimponemos, como cuando nos empeñamos en terminar un libro que no nos está gustando. También para ustedes deseo un año de lecturas placenteras.