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Más propuestas belicosas de Trump

JOSÉ SANTIAGO HEALY

Anueve días de asumir el poder, el presidente electo Donald Trump insiste en mover las aguas y provocar tsunamis a diestra y siniestra con sus propuestas beligerantes.

No se conformó con las amenazas de imponer aranceles a productos de México y Canadá.

Ahora anuncia que Estados Unidos comprará la isla de Groenlandia, recuperará el Canal de Panamá, convencerá a los canadienses de convertir a su nación en el estado número 51 de la Unión Americana y cambiará el nombre del Golfo de México a Golfo de América.

Sus ideas no son nuevas ni todas son suyas, pero impactaron a buena parte del mundo porque pareciera que Trump está decidido a llevarlas a cabo.

Groenlandia es ligeramente más grande que México y tiene tres veces el tamaño de Texas, su inmenso territorio posee grandes depósitos de petróleo, gas y minerales de tierras raras. Es además un lugar estratégico en materia de seguridad militar.

Según Trump, Estados Unidos la necesita por "seguridad nacional", pero aclaró que no utilizará la fuerza militar para tomar control de la isla ni tampoco del Canal de Panamá.

Rusia y China estarían felices de dominar este territorio que pertenece a Dinamarca.

Los rusos han reabierto docenas de bases militares en el Ártico ante las tensiones con Occidente luego de la invasión de Ucrania.

En tanto los chinos utilizan algunas rutas marítimas por la zona y explotan recursos minerales de Groenlandia que emplean en la fabricación de teléfonos, autos eléctricos y equipo militar.

Según analistas estadounidenses, controlar Groenlandia y parte del Ártico permitirá a Estados Unidos monitorear actividades de sus rivales y vigilar sus rutas marítimas.

Actualmente existe una base espacial norteamericana llamada Pituffik que posee una estación de radar que es parte de un sistema para detectar misiles.

Groenlandia tiene una población de apenas 56 mil habitantes, es parte del reino de Dinamarca pero cuenta con su propio gobierno que encabeza el primer ministro Múte Egede, quien afirma que la isla pertenece a su pueblo y que no está en venta.

No es la primera vez que Estados Unidos intenta comprarla, en 1867 el presidente Andrew Johnson analizó esta posibilidad, pero fue en 1946 cuando Harry S. Truman realizó una oferta formal por cien millones de dólares en oro lo que equivale a unos 1,300 millones de dólares actuales.

Pronto veremos si ya en el poder Trump avanza con este ambicioso y complejo proyecto o lo olvida como sucedió en agosto del 2019 cuando su propuesta de adquirir la isla recibió el rechazo del gobierno danés.

El plan de retomar el Canal de Panamá es políticamente más complicado, se trata de una zona estratégica para Estados Unidos que controló durante casi cien años y que entregó parcialmente a Panamá en 1977 y de manera definitiva en 1999.

La construcción del canal la inició Francia en 1881 pero la abandonó en 1889 ante las dificultades económicas, Estados Unidos se hizo cargo del proyecto en 1904 y lo inauguró el 1914.

Actualmente las embarcaciones que más lo utilizan son de Estados Unidos, China, Chile, Japón y Corea del Sur. Según Trump los chinos controlan el canal y reciben tarifas preferenciales por parte de Panamá.

El director del Canal de Panamá, Ricaurte Vázquez, respondió que son infundadas las acusaciones del presidente electo porque China no está involucrada en las operaciones del canal.

Aseguró que aquí no se discrimina a los chinos o a los americanos ni a nadie porque eso "viola el tratado de neutralidad y la ley internacional". El canciller panameño Javier Martínez-Acha sostuvo que "la soberanía de nuestro canal no es negociable, es parte de nuestra historia de lucha y es una conquista irreversible".

El intento de Trump se topará con pared entre los países latinoamericanos y podría generar un conflicto internacional con China e incluso con Japón.

En cuanto a la idea de anexar Canadá suena más a un chiste cruel luego de que el primer ministro Justin Trudeau, recién renunciado, fracasó estrepitosamente en su intento de frenar a Trump en su deseo de imponer aranceles a productos canadienses.

Trudeau fue a Mar-a-Lago a llorarle a Trump en el hombro, quien después se burló y ridiculizó al canadiense. Esta escena nos hizo recordar la invitación que en el 2016 hiciera el presidente Peña Nieto a Los Pinos al entonces candidato presidencial republicano.

No es factible una anexión de Canadá a Estados Unidos y menos en calidad del estado 51 como sugiere Trump, realmente es una propuesta humillante y fuera de tono.

En tanto la propuesta de cambiar el nombre del Golfo de México no tiene importancia ni trascendencia. Los estadounidenses podrán ponerle otro nombre, pero nosotros le seguiremos llamando el Golfo de México.

No vale la pena perder tiempo en esta polémica.

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