
Min Aung Hlaing, el verdugo de los rohinyá, sale del ostracismo tras el seísmo en Birmania
El golpista Min Aung Hlaing, contra quien pende una petición de arresto de la Fiscalía de la Corte Penal Internacional (CPI) por la persecución de la minoría rohinyá, ha vuelto a la escena internacional en un foro regional en Bangkok, un controvertido regreso una semana después de un seísmo que deja más de 3.000 fallecidos en Birmania.
El jefe de la junta, instalado en el poder tras el golpe de Estado de 2021, ha sido recibido como uno más en un foro con asistencia del primer ministro indio, Narendra Modi, y el jefe del Gobierno interino de Bangladés, el nobel de la paz Muhammad Yunus, un giro después de años de aislamiento al militar.
Min Aung Hlaing, responsable de cercenar una década de transición democrática en Birmania, con la exlíder y también nobel de la paz Aung San Suu Kyi detenida desde el golpe, ha llegado a Bangkok tras declarar una cuestionada tregua en el conflicto entre el Ejército y guerrillas étnicas y prodemocráticas en su país.
En Bangkok verá a Yunus, cuyo país acoge a un millón de rohinyás huidos por la persecución orquestada por su Ejército, mientras la Fiscalía de la CPI consideró en noviembre que Min Aung Hlaing puede tener "responsabilidad penal" por los crímenes de lesa humanidad presuntamente cometidos contra la minoría musulmana.
Reservado y nacionalista acérrimo, la ONU estima que durante la campaña de "limpieza étnica" dirigida por Min Aung Hlaing más de 740.000 rohinyás huyeron y al menos 10.000 fueron asesinados.
El general de 68 años había proclamado públicamente que los rohinyá no son una minoría étnica del país de mayoría budista, donde viven desde hace siglos, sino inmigrantes de Bangladés, y justificaba que se les negara la ciudadanía y otros derechos.
También se ha mostrado igual de sanguinario contra los opositores al golpe, entre ellos las guerrillas de minorías étnicas y las fuerzas prodemocráticas constituidas por jóvenes tras la asonada.
Casi 6.500 personas han muerto en manos de las fuerzas de seguridad birmanas y más de 22.000 se encuentran detenidas desde el levantamiento, según el último recuento de la Asociación para la Asistencia de Prisioneros Políticos de Birmania (AAPP).
Ferviente budista, este militar menudo con gesto impasible busca negociar con los rebeldes una salida política al conflicto, ante la pérdida de territorio del Ejército, que ya gobernó el país con puño de hierro entre 1962 y 2011.
El ambicioso militar, que tuvo un rápido ascenso dentro del Ejército desde su ingreso a los 18 años, devolvió al país al ostracismo internacional, con la salvedad de países como Rusia y China, donde ha viajado, y ahora Tailandia, que acoge a centenares de birmanos huidos por el conflicto.
Mientras busca apoyos en Bangkok a las tareas post terremoto en Birmania, que también sacudió la capital tailandesa, con al menos una veintena de muertos y decenas aún atrapados bajo escombros, grupos rebeldes denuncian ataques del Ejército pese al alto el fuego.