No es por presumir -declara este amigo mío-, pero tengo muchos amigos, todos muy inteligentes, y he tenido bastantes novias, todas muy guapas.
A modo de explicación añade:
-Seguí el dictado de mi abuelo materno, que siendo yo muy chico me decía: "Eres mi nieto, hijito, y te quiero mucho, mucho. Todo te lo perdonaré cuando seas grande, menos que tengas viejas feas y amigos pendejos".
Yo le digo que no hay mujer, por poco agraciada que sea, que no tenga algún rasgo hermoso, ni hombre inteligente, por sabio que sea, que no cometa alguna vez una pendejada. Él se afinca en su postura, y manifiesta que la vida es tan corta que sólo con lo mejor hemos de conformarnos. Le pregunto con intención segunda:
-¿Y tú eres lo mejor?
Responde:
-Procuro serlo. Y el que hace lo que puede hace lo que debe.
Me disgustan las jactancias de mi amigo, pero no se las reprocho por eso, porque es mi amigo, y también porque si me da su amistad eso quiere decir que no me considera pendejo. Ese acto de caridad -y de perspicacia- me lleva a no hacer caso de sus frases. Ni de la que le decía su abuelo.