El aire al que cantó Neruda en una de sus más bellas odas se ha vuelto malsano y peligroso.Su transparencia y claridad han desaparecido, y lo que respiramos son humos, heces, polvos que nos enferman y pueden aun llevarnos a la muerte.
Hemos envenenado el cielo, el mar, la tierra.
Estamos haciendo de nuestro entorno un tósigo. Llegará quizás el día en que nuestros nietos y sus hijos deberán portar máscaras como los que usaban en las guerras los soldados y civiles para protegerse contra los gases asfixiantes.
La naturaleza es buena madre providente, pero es también mala madrastra vengativa. El daño que se le hace lo devuelve multiplicado por mil. Hay quienes piensan que la especie humana se va suicidando lentamente, tanto por ignorancia como por ambición.
El planeta que maravilló a los astronautas al mostrarles desde las alturas su límpido y hermoso tono azul se verá mañana sucio, opaco, gris.
Pidamos desde ahora perdón a quienes vendrán después de nosotros. ¿Qué hemos hecho de su casa?
¡Hasta mañana!...