Le dijo Jesús a Judas Iscariote, el discípulo en quien más confiaba:
-He aquí que debo morir para que tenga cumplimiento la Palabra. Uno de los míos me ha de traicionar, de modo que las antiguas profecías tengan consumación. Te pido, Judas, que seas tú quien me traicione. Sé que nadie me ama como tú, por eso te pido que sacrifiques tu honor y te entregues al odio y vituperio de los hombres por todos los siglos de los siglos. Los demás apóstoles serán considerados mis fieles discípulos y amigos. Tu nombre en cambio, será usado para nombrar a los traidores. Pero ninguno me es tan leal como tú, y nadie por tanto aceptará tan gran sacrificio por mi causa. ¿Harás como te digo?
Llorando, Judas le pidió al Maestro que no pusiera carga tan grande sobre él, que le evitase beber un cáliz tan amargo. Pero Jesús le dijo que él también tenía un cáliz qué beber, y que para eso era necesaria la traición.
Fue por eso que Judas hizo lo que hizo.
Y fue también por eso que quienes apresaron a Jesús se sorprendieron al ver que Judas lo entregaba con un beso.
¡Hasta mañana!...