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Muerte y sucesión del Papa Francisco

ENRIQUE SADA SANDOVAL

Después de haber celebrado la Pascua de Resurrección como la Fiesta más importante de la Cristiandad, pese a lo que muchos creyeron era síntoma de mejoría, nadie imaginaba que tras impartir alegre la tradicional bendición "Urbi et Orbi" esta sería su última aparición en público como Vicario de Cristo en la Tierra.

Como resultado de un colapso respiratorio, la repentina muerte del Papa Francisco durante la mañana del lunes sorprendió al mundo tanto como en su momento fue su elección hace más de una década, convirtiéndose en el primer latinoamericano designado para la sucesión apostólica.

Hombre de grandes afectos al igual que de enemistades, el argentino Jorge Mario Bergoglio ejerció un pontificado que para muchos se antojaba de transición -prolongándose por 13 años- de manera afable, cercano a la gente y distinguido por su extrema sencillez como uno de los carismas que le eran propios.

A la hora de su muerte el Papa Francisco disponía de no más de 100 dólares como patrimonio personal, puesto que de conformidad con el Voto de Pobreza realizado como sacerdote no poseía cuentas bancarias, propiedades ni inversiones a su nombre.

Jorge Bergoglio trató de evitar todo tipo de lujos, eligiendo vivir en la sencilla Casa de Santa Marta. Aunque todos sus gastos eran cubiertos, su estilo de vida fue coherente y austero conforme con lo que predicaba.

Su ceremonia de velación oficial llevada a cabo en un ataúd de madera, ante cuya presencia asisten miles de fieles cristianos provenientes de todo el mundo a despedirse, se lleva a cabo todavía en la Basílica de San Pedro. Su sepelio será este sábado 26 en la Basílica Santa María La Mayor, en Roma.

Después del novenario correspondiente-esto es, de los nueve días de sufragios y oraciones por su eterno descanso conforme marca la tradición en la Iglesia-habrá de seguir un periodo comprendido entre los primeros 15 a 20 días posteriores a su fallecimiento en los que se habrá de emplazar a un Cónclave integrado por cerca de 150 Cardenales provenientes de los cinco continentes, quienes una vez reunidos conformarán lo equivalente a un Consejo Apostólico para determinar-de acuerdo con lo establecido según las últimos arreglos emprendidos por el Papa Juan Pablo II en 1988-quien de entre los llamados habrá de ser elegido para ejercer la mayordomía de la Iglesia, recibiendo las llaves de San Pedro.

De acuerdo con las tendencias se presupone que la elección del próximo Vicario de Cristo estaría más orientada a recaer en algún Cardenal de origen africano o asiático que no rebase la edad de 80 años al momento de ser convocado.

Una de las mayores apuestas es sin duda el africano Cardenal Robert Sarah, proveniente de Guinea, quien se ha destacado como uno de los más fervientes impulsores de la evangelización a partir del Magisterio de la Iglesia-algo en lo que se le ha reconocido contra viento y marea-en la misma línea y carisma que el del Papa Benedicto XVI, razón por la que se ha convertido al parecer en uno de los más deseados por parte de los cristianos en Occidente.

Por otra parte, otra posibilidad que se maneja-además de otros como el norteamericano Raymond Burke o el alemán Lüdwig Müller-es José Antonio Tagle; Cardenal de Manila, Filipinas, más identificado con la línea del finado Francisco.

Sin embargo, y muy a título personal, tampoco habría de descartarse la posibilidad de una sorpresa con la elección de un Papa más joven como sería el caso del Cardenal Mykola Bychok, con sede en Melbourne, Australia; quien cuenta con tan solo 45 años de edad, habiendo sido nombrado en 2024 por el Papa Francisco como representante del rito oriental católico-ucraniano en su país.

Lo último sería una apuesta que iría muy en tono con las necesidades urgentes de establecer puentes de paz y relaciones diplomáticas verdaderas-cuando las emprendidas desde los poderes mundanos han fracasado-en torno a los conflictos bélicos que se encuentran vigentes alrededor del mundo, tales como las masacres de cristianos por parte de musulmanes en Siria y África, al igual que la guerra entre Rusia y Ucrania e Israel contra Palestina, frente a un panorama global de desolación.

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