Hablar de narrativas y su relación con los conflictos, no es sólo hablar acerca de "storytelling", sino de algo mucho más hondo y complejo. Porque el universo narrativo no es algo que ocurre "allá afuera" de nosotros. Somos parte del mismo problema que queremos abordar. Entender esto en un mundo como el actual, altamente polarizado, tenso, plagado de guerras internas e internacionales, se vuelve realmente crucial.
El argumento de IFIT, un centro de pensamiento para el que trabajo, es que las narrativas tienen un papel central en la formación, evolución y gestión de los conflictos, ya que moldean la comprensión de las personas sobre su identidad y su lugar en la sociedad. No obstante, si el conflicto se maneja de manera constructiva, puede ayudar a esas sociedades a abordar agravios grupales, fortalecer la cohesión social y mejorar la rendición de cuentas del estado, facilitando así una paz sostenible. La suposición básica es que las narrativas simplificadas tienden a profundizar la polarización y pueden llevar a la violencia, mientras que las narrativas complejas pueden facilitar la paz al reconocer la validez de los agravios de diferentes grupos y promover la pluralidad y la participación.
Más allá de un muy interesante trabajo práctico que resulta de este marco conceptual en el que llevamos ya algunos años ensayando distintas herramientas en países diversos, me concentro en cuatro factores para la discusión actual:
1. Reflexividad: Las narrativas no son sólo historias que "nos cuentan", sino relatos en los creemos y que asumimos como propios, que se vuelven parte integral de quienes somos, y que nos ayudan a encontrar el sentido de cada paso que damos de manera individual y/o colectiva. Por tanto, para que el trabajo narrativo funcione, debe iniciar con una muy seria tarea de autorreflexión.
2. Componentes narrativos. Dicho trabajo no es solamente acerca de "contar historias". Ni siquiera basta, por importante que sea, con ser capaces de escuchar historias. Estamos hablando de una labor que pasa por identificar los discursos propios, el lenguaje que empleamos, los personajes que forman parte de nuestras narraciones, a quiénes asignamos el rol de héroes, quiénes son los villanos que están "contra nosotros", las tramas y las líneas argumentativas, los vacíos, lo que omitimos, las estrategias discursivas, nuestros presupuestos e implícitos entre otros elementos.
3. Legitimación política. El trabajo narrativo pasa por identificar de qué formas usamos nuestras historias para legitimarnos políticamente. Desmenuzar cómo es que esas historias, con todos sus componentes, no solo reflejan nuestra visión del mundo, sino que son usadas por nosotros mismos para respaldar esas visiones y persuadir a otras personas de que nosotros estamos del lado correcto en esos relatos que tejemos.
4. La aplicación en temas internacionales. Eche un vistazo al mundo que estamos viviendo en este 2025. La parte fácil es identificar las narrativas y sus componentes en cada uno de los conflictos o temas que llenan nuestras primeras planas. Lo difícil, sin embargo, es comprender que todas esas historias-tanto en México como en el globo-no están ocurriendo simplemente "allá afuera", sino que cada una y uno de nosotros interactuamos con esas narrativas desde que las contactamos. Penetrar el trabajo narrativo inicia por la forma como nosotros mismos vamos reinterpretando esos relatos, las maneras como esas historias se vinculan o chocan con nuestras propias narrativas, y las formas como empleamos todo eso para dar sentido a quienes somos, a quien es el grupo del que nos sentimos parte, así como las formas como ello puede determinar las decisiones que tomamos.
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