Estados Unidos fue el garante de la seguridad europea después de la Segunda Guerra Mundial. En unos cuantos días, Trump y su administración acabaron con esa premisa. Se ha abierto una enorme grieta en la alianza atlántica. Trump se ha puesto del lado de Putin y dado la espalda a los aliados europeos. Ahora la cuestión ya no es si la Unión Europea tendrá que asumir mayores responsabilidades y compromisos financieros para su propia defensa, sino cómo y que tan rápido podrá hacerlo, cuando está siendo relegada. Estados Unidos y Rusia no se proponen negociar la paz, sino la rendición de Ucrania. Trump ha denostado y chantajeado a Zelenski. Más que negociar, busca recuperar la cuantiosa ayuda militar y financiera otorgada por Estados Unidos Los líderes europeos, de Canadá y Turquía debieron volver a reunirse apresuradamente para respaldarlo. Reiteraron que continuarán apoyando y defendiendo a Ucrania. Todos tienen sobradas razones para desconfiar de Putin. Para defenderse esperan contar con Estados Unidos.
Se ha producido una ruptura entre Estados Unidos y las democracias occidentales como consecuencia del regreso de Trump y su aspiración de poner fin a la guerra de agresión iniciada por Rusia, esa "operación militar especial" para salvaguardar y ampliar su perímetro de seguridad. Como trasfondo está el aislacionismo estadounidense, su afán por distanciarse de los conflictos europeos, su obsesión por reforzar su hegemonía y asegurar su condición excepcional como superpotencia. Sólo así podrá enfrentar la competencia estratégica con China, destinar sus incomparables recursos militares para rivalizar con ella y resguardar sus fronteras. Por ello debe acercarse y entenderse con Rusia, para intentar distanciarla de China, para que fluya de nuevo el petróleo y el gas rusos.
Si hoy están en duda las premisas, las agendas y los objetivos comunes entre los aliados occidentales, cabe preguntarse: ¿Acaso los socios comerciales y vecinos continentales de EUA serán capaces de vislumbrar la necesidad urgente de reconfigurar sus posiciones, sostener y afianzar sus decisiones estratégicas, cuando las nuevas ambiciones imperialistas están desbocadas y en curso nuevas guerras comerciales?
Potencias como la India no se han quedado a la expectativa. El viaje del primer ministro Modi a Washington consiguió evitar que Trump impusiera aranceles a la India por su superávit comercial con EUA. Una importantísima iniciativa de su siempre hiperactiva diplomacia para demostrar que la India es un protagonista en un mundo multipolar. La semana pasada se conoció la nueva agenda estratégica entre la UE y la India durante la visita de la presidenta de la Comisión Europea, acompañada de varios vicepresidentes y comisarios europeos. Ambas partes acordaron avanzar rápidamente en materia de comercio, seguridad económica y resiliencia en las cadenas de valor y suministro. Su objetivo central será privilegiar la agenda tecnológica común y la cooperación en seguridad y defensa. La UE es el mayor socio comercial de la India. Seis mil empresas europeas operan en la India. Una siguiente ronda de negociaciones para alcanzar un ambicioso acuerdo de libre comercio está prevista en breve en Bruselas.
Debemos subrayar que los escenarios geopolíticos y geoeconómicos europeos han cambiado en relación con el tamaño y la distribución del poder de Alemania, Francia, Países Bajos y la Gran Bretaña; precisamente el núcleo de países a partir del cual se creó la UE. Si Estados Unidos y Europa dejan de tener objetivos compartidos, el compromiso estadounidense con la OTAN podría cesar súbitamente. Lo saben bien Suecia, Finlandia, Noruega y Polonia, pero sobre todo Rumania. Alexa Bautista lo ha expresado claramente: "El desprecio por la alianza transatlántica, cuidadosamente construida durante ocho décadas, es sólo otro ejemplo de la capacidad destructiva de Trump. A él no le interesan las relaciones a largo plazo, ni la estabilidad del orden internacional liberal. Su visión es otra: busca convertir a Estados Unidos en una potencia imperialista y dividir el mundo en esferas de influencia, sin rendir cuentas a nadie, ni considerar a sus aliados".
Concuerdo también con Arturo González: hay un tándem Putin-Trump. Al primero le urge ganar no sólo la guerra en Ucrania, sino asegurar su lugar y aumentar su capacidad de influencia en un nuevo orden multipolar, mientras que para el segundo es apremiante que los contribuyentes externos, no los taxpayers estadounidenses paguen el déficit fiscal y carguen con el peso de la enorme deuda estadounidense. Sólo así, Trump y sus seguidores consideran que podrán cumplir sus promesas de rebajar los impuestos a las empresas, a las élites y a los sectores conservadores de la clase media. Conseguir "hacer a América grande otra vez".
Nadie parece hacer caso de las advertencias del Secretario General de Naciones Unidas, cansado de señalar que los promotores de las guerras en el mundo deben dejar de pisotear el orden global y acatar el derecho internacional. Predica en el desierto. En medio de un cataclismo convulsionado por electrochoques geopolíticos, muchos jefes de Estado prefieren no recaer en la cuenta de que el régimen universal de derechos humanos, que con tanto esfuerzo se construyó durante décadas, está resquebrajándose. El consenso mundial sobre los derechos humanos se está desmoronando bajo el peso de los líderes autoritarios, los autócratas y hombres fuertes y los oligarcas. Los plutócratas controlan ahora casi un tercio de la economía mundial, más del doble que hace 30 años.
¿Cómo entonces llamarnos a sorpresa ante los planes de Trump para conseguir que Netanyahu se siga haciendo cargo de matar y expulsar a los palestinos, cederle la Franja de Gaza y convertirla en una "increíble Riviera mediterránea"?
