Son diversas las teorías sobre el conocimiento. Una, vinculada al conocimiento científico, sostiene que el saber crece por acumulación: con el tiempo se descubren más sucesos. La segunda teoría también es válida: el conocimiento aumenta cuando se reconocen errores.
En medicina ambas teorías son vigentes. En algunas situaciones prevalece la acumulación; la clínica es buen ejemplo: el médico que más enfermos atiende, sabe más. En otras circunstancias, la identificación de errores estimula el conocimiento; los experimentos en el laboratorio y la cirugía son ejemplos.
Cuando los doctores dejan de preocuparse por las aplicaciones éticas del conocimiento emergen problemas "humanos". Si se descuida o maltrata a pacientes incompetentes -enfermos incapaces de valerse por sí mismos-, los logros del conocimiento médico deben cuestionarse. Reflexiono sobre los adultos que fueron competentes y se tornaron incompetentes.
Cada vez es mayor el número de adultos incompetentes. Unos son físicamente competentes y mentalmente incompetentes (su cuerpo funciona, su intelecto no funciona); otros son mentalmente competentes y físicamente incompetentes (su intelecto funciona, su cuerpo no responde). Accidentes, vejez, enfermedades y errores médicos son causas de incompetencia.
Como parte del discurso laico, la autonomía es un derecho indiscutible. Las tragedias de algunos enfermos incompetentes, sobre todo aquellos cuyo intelecto les impide denunciar conductas vejatorias, pueden disminuirse si se siguen algunas directrices.
Algunos casos, donde se narran las desagradables peripecias de los familiares de enfermos mentalmente incompetentes, sometidos por tiempos prolongados, diez o más años, a todo tipo de tratamientos, han sido parteaguas para alertar a la población de sus derechos. Cito dos datos emblemáticos, cruciales, ambos viejos. Eluana Englaro en Italia (2009) y Terri Schiavo en Estados Unidos (2005). Ambas permanecieron en estado vegetativo por diez años a pesar de que los padres de la primera, y el esposo de la segunda, solicitaron se les ayudase a morir. Después de múltiples procesos legales a ambas se les retiró el apoyo y fallecieron tras largos, inútiles y fútiles periplos. Fútil en medicina es tema angular: la realización de procedimientos no modificará el curso de la enfermedad.
Poco le interesa a la investigación médica los pacientes incompetentes. Son más estimulantes los enfermos con patologías complejas, o las enfermedades cuyo reto significa éxitos académicos y/o ganancias económicas. Cada vez es mayor el número de enfermos cuya pervivencia, durante años, es deplorable. El abandono es fenómeno común. Familia, complejos sociales, asilos e instituciones médico/psiquiátricas, no satisfacen las necesidades de dichos enfermos.
La paradoja es compleja: el conocimiento médico ha logrado envejecer a la población y ha impedido la muerte de personas mentalmente incompetentes. Aprobar en México la eutanasia es fundamental. Las instrucciones anticipadas, documento donde se establecen los deseos de la persona con respecto al tratamiento a seguir en caso de enfermar mentalmente debe ganar terreno. El documento protege al enfermo del entorno médico y es, a la vez, guía para familiares y doctores: ambos deben cumplir la voluntad del afectado.
La generación de conocimiento en medicina es infinita. El conocimiento médico crece cuando los galenos aprenden de errores. Prolongar sin razón cualquier vida es absurdo. Los pacientes mentalmente incompetentes son cada vez más frecuentes. Viven más conforme aumenta la ciencia médica. La dignidad y la autonomía de las personas debe ser zénit. El médico debe priorizar la historia previa del enfermo: ser incompetente rompe la vida. El edificio resquebrajado de la ética médica es el encargado de vigilar ese escenario.