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¿Para qué sirve un periodista?

JORGE RAMOS

Para decir la verdad y confrontar a los que tienen el poder. Para eso sirve el periodismo.

He estado pensando en esto debido a que en unos días me voy a reunir en la universidad estatal de Arizona, cerca de Phoenix, con Marty Baron - el ex director de The Washington Post, The Boston Globe y The Miami Herald y uno de los reporteros más respetados del mundo - para hablar sobre los retos de los periodistas en esta era de desinformación y de creciente autoritarismo.

De entrada, tengo que decir que el silencio no es una opción. El periodismo no es una profesión para los silenciosos. Estamos obligados a decir lo que vemos, a reportarlo con precisión, y muchas veces nos toca molestar y enfrentar a presidentes, dictadores, líderes y políticos. Ni modo - el periodismo, en su esencia, es contrapoder. Es la voz de los que no tienen voz, y es una manera de exigir cuentas en una sociedad democrática y, más aún, en una que no lo es.

Atrás quedó la época en la que la mayoría de la gente recibía sus noticias en periódicos de papel o en los noticieros nocturnos. Ahora dormimos al lado de nuestros celulares, y las redes sociales nos informan al despertar lo que está pasando en el mundo. Pero el problema con las plataformas digitales y con algunos "influencers" es que su información no siempre está basada en fuentes confiables, en datos o en hechos observables.

La ventaja que tenemos los reporteros frente a los que no lo son es la credibilidad y que nos entrenamos para reportar la realidad tal y como es, no como quisiéramos que fuera. A nadie le gusta que le mientan, e incluso entre aquellos que tienen puntos de vista extremos existe el deseo de saber exactamente lo que pasa, no una versión endulzada o falseada. Así como he contado que tengo dos meteorólogos en quienes confío plenamente durante la temporada de huracanes en Miami, donde vivo, así todos tenemos personas y medios en quienes creemos cuando hay una crisis o cuando hay que tomar decisiones difíciles.

Por eso, en una época donde los gobiernos, la tecnología y la multiplicación de medios digitales promueven la desinformación y las noticias falsas, el periodismo es más importante que nunca.

Les cuento lo que me pasó. Nunca he hecho anuncios. Pero durante meses han estado saliendo en las redes varios anuncios donde supuestamente yo vendo todo tipo de productos, desde píldoras para tener más energía hasta reembolsos a cuentas bancarias. Ahora hay un nuevo anuncio. Con inteligencia artificial copiaron mi imagen y mi voz, y se inventaron un texto en que le doy las gracias a un falso profesor universitario de México por haberme curado con una pócima mágica de la diabetes, una enfermedad que afortunadamente no padezco.

He recibido montones de mensajes de personas que sí están enfermas y que se creyeron lo que vieron por las redes. Y por más que he tratado, no he podido lograr que las plataformas bloqueen esos videos, ni dar con los responsables del fraude.

Pero hay un problema de fondo aún más grave. El video no es perfecto; a veces el movimiento de mis labios no coincide con las palabras. Pero estoy seguro de que en solo unos meses una computadora utilizando inteligencia artificial va a producir un video perfecto en que será imposible saber si soy yo o una versión digital. Ante esto, como consumidores de noticias, no basta creer en lo que vemos; hay que confirmar el origen y las fuentes de lo que aparece en una pantalla. Para eso también sirve el periodismo.

Además de buscar esa versión más cercana a la verdad, la otra gran responsabilidad que tenemos los periodistas es cuestionar a los que tienen el poder. Para eso estamos.

No estoy peleado con la objetividad. Al contrario. Creo que hay que reportar con datos, hechos, cifras, observaciones y descripciones. Pero eso no significa que seamos neutrales. No es lo mismo entrevistar a un dictador que a una víctima de su dictadura o a uno de sus presos políticos. Esas son dos entrevistas muy distintas.

Una vez, antes del mundial del 2010, tuve la oportunidad - el honor - de entrevistar al obispo Desmond Tutu, quien peleó junto con Nelson Mandela para terminar con el apartheid en Sudáfrica. Y le pregunté sobre la neutralidad. "Si tú permaneces neutral frente a una injusticia, estás tomando el lugar del opresor", me dijo. "Si un elefante pone su pata arriba de la cola de un ratón, el ratón no va a apreciar tu neutralidad".

Esto se aplica perfectamente al periodismo. Cuando se da la rara oportunidad de entrevistar a alguien de verdad poderoso, tienes la obligación como periodista de hacer preguntas duras, de repreguntar y de exigir una rendición de cuentas. Si no lo haces, no es periodismo. Nuestro trabajo como periodistas no es hacer propaganda, ni relaciones públicas.

La pregunta, claro, es: ¿cuándo hay que tomar partido y dejar de ser neutrales como periodistas? Creo que hay siete situaciones en que debemos dejar a un lado la neutralidad: en casos de racismo, discriminación, corrupción, mentiras públicas, violación de los derechos humanos, dictaduras y la destrucción del medio ambiente.

Estas son algunas cosas de las que quiero hablar con Marty en Arizona. Hace poco más de tres meses que dejé de hacer un noticiero diario por televisión y, lejos de retirarme, solo ha crecido mi pasión por el periodismo independiente. Hay mucho por hacer. Pronto les tendré noticias.

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