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OTRA VUELTA AL ALMANAQUE

Con gran regocijo y con la venia del Señor, hoy le doy una vuelta más a mi viejo calendario.

Qué temprano se me hizo tarde, la vida pasó tan de prisa que mi alma no alcanzó a envejecer al mismo tiempo que mi tronco atardecer, pero no es la edad que tengo, sino lo que mi corazón siente y mi mente mande, está mi edad más que agradecida disfrutando un año más de vida.

A mis viejos años llegó la paz a mi conciencia que me siento dispensado de pecados, pues ya no recuerdo como son, siendo mis únicos vicios, mis nietos y mi profesión. Que importa los años que tengo, lo que vale es como me siento, tengo los años que necesito para decir a la vida. ¡Vida estamos en paz !

A nuestra edad llega el milagro más grande de la vida, la dicha inmensa de ser abuelos, ahora comprendo por qué hasta las últimas hojas del calendario llegan los nietos, nos regresan la juventud olvidada, reviviendo la historia de amor de nuestro viejo matrimonio, siendo los hijos el testimonio de nuestra unión, y los nietos la confirmación de aquél sagrado sacramento. Nuestro viejo hogar vuelve a florecer en el otoño de nuestras vidas, los nietos nos dan los besos que ya nadie nos da, son la alegría de las mañanas, la calma a las angustias, la salud a las enfermedades, son nuestros pedacitos del alma, y la razón de no irnos aún.

Durante el transcurso de cuarenta y siete años disfrutando mi trabajo, una de las experiencias más gratas ha sido devolver la salud a todas las especies de patas y colas. Sin darme cuenta envejecía cuando tenía que informar que mi paciente fallecía, sin encontrar la cura a esa enfermedad. A nuestra edad aprendemos a no huir de la tormenta, subsistimos bajo ella, jamás nos damos por vencidos, y encontramos la solución a las adversidades que siempre existirán, actuando siempre con ética y perseverancia.

En el atardecer de nuestros días, no existe mayor satisfacción que gozar de una vejez feliz. No realicé fortunas materiales, pero, contar con la preferencia durante décadas de clientes satisfechos, el respeto de mis colegas, conservar la devoción de mis amigos, disfrutar de una familia unida, y haber cumplido el sueño de escribir un libro, "El Escribidor de Perros". Es la mayor fortuna que un servidor pueda poseer.

Escuchar la risa de los nietos y la de mis pacientes, es la mejor medicina para rejuvenecer el alma, aunque al vernos en el espejo notemos una arruga más en el rostro, será el mejor indicio para demostrar que aún estamos vivos, y continuar desempeñándonos como jóvenes inquietos por dentro, y maduros y reflexivos por fuera.

Bienvenidos sean mis sesenta y nueve almanaques, los recibo jubiloso con bombo y platillos, pues la vida me ha otorgado lo que he deseado, así que el tiempo que me permita el Creador seguir disfrutando, estaré más que agradecido… ¡Viviendo ya el futuro!

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Escrito en: columnas Editorial

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