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UNA INOCENCIA RECONFORTANTE

Se encontraba en la mesa de exploración "Max". Se trataba de un viejo paciente, un labrador dorado de diez años de edad. Los dueños del perro, un matrimonio joven y su pequeño hijo Tomy, estaban muy apegados a su mascota, preocupados esperaban el diagnóstico y el resultado de las muestras del laboratorio. Se corroboraron los estudios con la sintomatología del paciente, no había duda, el viejo labrador padecía cáncer, se dio a conocer la enfermedad, no podemos hacer nada para devolver la salud de "Max", está sufriendo y esa no es una vida de calidad, se sugirió ponerle a descansar a través de la eutanasia para que dejara de sufrir, se aplicaría una sobre dosis de anestésico y dormirá tranquilamente hasta que su corazón deje de funcionar. Se hicieron los arreglos necesarios, sus dueños dijeron que sería buena idea que el pequeño Tomy de siete años observara el acontecimiento, sintieron que su hijo podría aprender algo sobre la ley de la vida, sobre todo porque su mascota la consideraba de la familia y ya existía antes de que él naciera. Al día siguiente, al presentarse en la clínica la familia con "Max", hubo un instante en que se sintió un ambiente muy especial, el silencio reinaba como si todos supieran de la aflicción en que estaba pasando la familia. El noble labrador era acariciado por la familia, el niño se encontraba muy tranquilo, los padres discretamente limpiaban una que otra lágrima sobre sus mejillas, Tomy solo se concentraba en acariciar por última vez a su querido compañero de toda la vida, surgía la duda por parte de los padres si realmente alcanzaba a comprender el niño por lo que estaba pasando su perro. Después de la inyección, en unos cuantos segundos el viejo y querido labrador se quedó dormido pacíficamente, dejando de sufrir. Tomy parecía aceptar la transición que había sufrido su perro sin ninguna dificultad o confusión, se sentaron por un momento recordando los momentos felices que habían pasado a lado de su noble mascota, y a la vez se preguntaban con lágrimas en los ojos, por qué el lamentable hecho de que la vida de los perros sea más corta que la de los humanos. El niño, que había escuchado atentamente, inmediatamente respondió. ¡Yo sé por qué! Sorprendidos, al observarlo inmediatamente, para conocer su respuesta. Dijo: La gente viene al mundo para aprender cómo vivir una buena vida, como amar a los demás todo el tiempo y ser buenas personas. ¿Están de acuerdo? El pequeño Tomy continuó: Bueno, como los perros ya saben cómo hacer todo eso, pues no tienen que quedarse por tanto tiempo como nosotros. Esas palabras tan sencillas nos cautivaron, no había escuchado una explicación tan natural y llena de inocencia, que reconfortara a todos en ese momento cambiando la forma de ver la vida.

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Escrito en: editorial columnas Armando Fuentes Aguirre (Catón)

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