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Hace unos días, Carolina, la mayor de mis hijos, presentó su examen profesional de Médico Veterinario Zootecnista, la tercera hija colega en la familia, último de mis cuatro hijos en titularse, con quién he sentido una especial alegría a mis viejos años de ser padre. Carolina dejó de estudiar durante años por un desacuerdo con la directora en una asignatura en la preparatoria, faltándole solo un par de materias para aprobar su bachillerato. Pasaba las horas en su recámara, no trabajaba ni estudiaba, junto con mi esposa agotamos los medios para que volviera a estudiar, pero no fue posible, fue muy dura su depresión y creo que más para los padres, ver como desperdiciaba la vida en su bella adolescencia. Sus dos hermanos menores, Alejandra y Paco, fueron a la universidad y se titularon y ella seguía igual. Un día la doctora Claudia Pérez que llevaba años trabajando en la clínica, me comunicó que se iba a retirar de trabajar para dedicarse a la familia, fue entonces que le dije a mi hija que necesitaría una asistente y era necesario que la capacitara la doctora, sería mi empleada con un sueldo y prestaciones, aceptó mis condiciones e inició a trabajar, pasaron los años, hasta que su hermana menor, Sofía, al terminar la preparatoria quiso estudiar veterinaria, y Carolina me dijo, también quiero estudiar veterinaria, sentí doble alegría. El Señor se apiadó y la bendijo al iluminarla en volver a estudiar. En unos días terminó la preparatoria abierta con las materias que dejó pendiente con excelentes calificaciones. Cuando presentaron Carolina y Sofía el examen de admisión para ingresar a la universidad, había cientos de aspirantes, como todo padre las acompañé, que por cierto fuimos muchos padres los que estuvimos al pendiente esperando encontrar ayuda para su ingreso, pues solo admitirían un pequeño porcentaje entre aquellos cientos de aspirantes, nos informaron que los resultados se manejarían por un centro de evaluación por internet, la universidad no intervenía en las calificaciones para la admisión de los alumnos. Sinceramente llegué a pensar que resultaría difícil el ingreso de ellas por la gran competencia estudiantil.

Con el favor de Dios, las dos aprobaron el examen y resultaron ser buenas estudiantes durante la carrera. Alejandra se tituló inmediatamente de terminar sus estudios, Sofía lo hizo meses después. Le insistí mucho a Carolina para que se titulara, pero se sentía muy nerviosa, hasta que Sofía la convenció y fue de gran ayuda para su presentación. Solicitó el examen sin público, como así lo hizo su padre hace cuarenta y siete años, por la misma razón. La acompañamos a la universidad mi hermana Carmen y Sofía, nos encontrábamos nerviosos afuera del recinto, habían pasado cuarenta y cinco minutos y no daba inicio el examen, Sofía fue la única que entró para auxiliarla en el manejo de los aparatos para la exposición, y era la que nos mantenía al tanto a través de mensajes. Le solicité que nos avisara cuando estuviera por terminar el examen para estar presentes. Fue cuando me informó que ya estaban deliberando los tres sinodales y terminando, podíamos entrar con la sustentante al tener ya el veredicto. Cuando ingresamos al salón, los sinodales eran viejos, conocidos y buenos amigos. Dr. Francisco Sandoval, Dra. Hilda Ruth Sagredo y la Dra. Diana Salazar, se sorprendieron al verme, nos saludamos con un gran abrazo. Después de otorgar la aprobación por unanimidad y realizar el juramento veterinario, les agradecí haber sido maestros de mis tres hijas, sintiéndome orgulloso por la preparación con que egresaban de la universidad, hice una atenta invitación al tradicional convivio de la nueva colega. Les obsequié mi humilde libro a cada uno de ellos, diciendo que era la invitación para el evento. No lo aceptaron, hasta que fuera con su respectiva dedicación a cada uno de ellos por un humilde servidor. Sentí una especial satisfacción por la titulación de Carolina, y por sus tres hermanos también un gran orgullo. Recordando aquel hermoso pasaje bíblico del hijo pródigo. "Cuando este regresa a casa después de estar ausente y confundido durante años, el padre rompe en llanto de felicidad haciendo una gran fiesta, extrañándole a sus hijos. Ustedes han estado siempre en casa y han sido excelentes hijos, hoy he vuelto a recuperar al mayor de sus hermanos después de haber estado perdido durante años". Qué más puedo pedir a la vida al concluir una de las más grandes misiones de un Padre, siendo tal vez la única herencia que legamos a los hijos... ¡Su profesión!

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Escrito en: Rosa Gloria Chagoyán MasterChef cine

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