Entre quienes estudiamos los problemas ambientales observamos los graves procesos de deterioro que sufren los sistemas naturales, las causas que los provocan y los impactos que tienen en la propia naturaleza como en la sociedad. En el entorno académico este campo de conocimientos constituye un área de oportunidad para el desarrollo profesional y una forma de contribución a la sociedad mediante la generación de información y aportando posibles soluciones a dichos problemas.
Cuando estudiamos procesos inexorables que ocurren de manera independiente a la voluntad humana, encontramos explicaciones y descripciones sobre hechos que el conocimiento ordinario no provee, o si lo hace es de manera parcial, anecdótica e insuficiente para entender los eventos que nos rodean. Un ejemplo que nos es común a quienes vivimos en esta región incrustada en un entorno árido, son las sequías, las cuales tienen una explicación a la luz de las teorías que ha desarrollado la ciencia, en particular aquellas disciplinas que abordan este tipo de fenómenos.
Así, desde el enfoque científico las sequías son fenómenos propios que ocurren en entornos áridos como hechos recurrentes a partir de la ubicación geográfica del lugar donde se presentan y otros factores asociados con la circulación de las masas de humedad (agua) en la tierra, proceso natural definido como ciclo hidrológico. La ciencia, incluso, ha avanzado no solo en la definición de estos fenómenos, también describe diferentes formas en que se presenta (año anormalmente seco, moderada, extrema, excepcional) medibles con un índice que puede determinar que tipo des sequía se enfrenta en un lugar y tiempo determinado.
Otro ejemplo podría ser la contaminación del aire atmosférico, fenómeno más acentuado donde se asientan y desarrollan actividades poblaciones humanas, particularmente las grandes urbes. De entrada, la definición científica de este tipo contaminación implica una alteración de las condiciones en que se encuentran el conjunto de elementos, compuestos y partículas químicas que circulan en el aire atmosférico de un lugar y tiempo determinado, alteración que implica un grado de toxicidad para la salud humana y que, por tanto, la afectan. De igual forma que en las sequías, la contaminación del aire atmosférico es posible medirlo con indicadores que permiten su calificación (mala, regular o buena calidad).
Así podríamos enumerar una lista nada corta de los problemas ambientales que se enfrentan a nivel planetario o en una localidad como la que vivimos. De alguna manera, las llamadas Ciencias Ambientales han avanzado lo suficiente como para aportarnos el bagaje conceptual que nos permita explicar y describir gran parte de dichos problemas, también sobre las posibles soluciones a estos, por lo que quizás gran parte de la cuestión a resolver para entender estos hechos no reside en que nos convirtamos en especialistas de estas disciplinas, sino de que tengamos acceso a información veraz sobre ellos. Finalmente, desde la academia nos damos cuenta que no es suficiente que algunos pocos conozcan acerca de esos problemas, si el conocimiento y la información adquirida sobre ellos no se transmite a la sociedad.
Así, para tomar conciencia de la problemática ambiental que se presenta a nivel global o local no reside en el avance científico que nos permita entender las causas que los provocan y consecuencias que tienen para la vida. La toma de conciencia sobre estos (y otros) problemas pasa por un filtro previo: el grado de información que tengamos sobre ellos los ciudadanos en lo individual o una población en lo general, porque ciudadanos desinformados no solo son sujetos de manipulación con datos falsos o la ausencia de datos veraces sobre dichos problemas, también limita el ejercicio de ciudadanía que pudieran realizar cuando son afectados o se vean inmersos en ellos.
Un caso sobresaliente en la Comarca Lagunera, es el del agua. Durante los últimos años miles de ciudadanos nos hemos visto afectados por el desabasto de este preciado líquido al no poder realizar normalmente nuestras actividades domésticas en las viviendas y económicas en no pocos negocios, lo cual nos inconforma y justamente protestamos, volteamos a las instituciones de gobierno y las culpamos por su incapacidad para proveernos esa agua indispensable para nuestra vida diaria.
La desinformación basada en datos falsos o la ausencia de datos veraces crea percepciones erróneas sobre los problemas que enfrentamos, como ocurre con los problemas ambientales. En casos como el del agua en esta región, cuando nos vemos afectados generamos percepciones no verosímiles o creencias que no siempre atinan a las causas que los provocan, tales como que podríamos llegar al llamado Día Cero o que nos vamos a quedar sin agua en un futuro próximo, cuando en La Laguna tenemos suficiente disponibilidad de agua para abastecernos a los 1.7 millones de personas que aquí vivimos. No atinamos a ubicar el problema como un tema de mala o deficiente gestión que ha provocado la sobreexplotación del agua del subsuelo, la principal fuente de abasto que tenemos en estos momentos en la región.
Si nos informamos adecuadamente, nuestra percepción se enfocaría en reclamar a las instituciones de gobierno responsables de gestionar el agua que ya frenen la sobreexplotación de los acuíferos, de corregir esa deficiente gestión del agua que ha provocado las afectaciones que tantas molestias e inconformidad nos provocan. Algunos creemos que estamos a tiempo de revertir el daño y corregir esa deficiente gestión del agua, asunto que no solo compete a una parte de los laguneros, sino a todos porque, sin diferenciar estratos sociales, ya la mayoría formamos parte de los afectados hídricos de esta región.