
El Siglo de Torreón
Detrás de cada corredor, hay un ejército de corazones latiendo al unísono: las porras. Esas almas vibrantes que, con su energía inagotable, transforman cada kilómetro en una fiesta. Sus gritos de aliento son el combustible que impulsa a los atletas a cruzar la meta, sus aplausos son el reconocimiento al esfuerzo y la dedicación.
Sin ellas, las carreras serían solo un recorrido solitario. Son las porras quienes le dan vida a la competencia, quienes pintan de emoción cada zancada, quienes convierten el cansancio en euforia. Su presencia es un regalo invaluable, un recordatorio de que el deporte es mucho más que una competencia individual: es un encuentro humano, una celebración de la pasión y el espíritu de equipo.
A todas las porras, ¡gracias! Gracias por estar siempre al pie del cañón, por convertir cada carrera en un espectáculo inolvidable. Su apoyo es el motor que impulsa a los atletas a alcanzar sus sueños.