Algún día un deshidratado historiador del futuro se preguntará ¿por qué la gente no actuó para detener la crisis hídrica si con mucha anticipación se conocía de ella?, y seguramente, una buena parte de la respuesta será la historia de negación y oscurantismo de la agroindustria de forrajes y producción de leche. Surgirá también el poder y privilegios de quienes se beneficiaron de la crisis y que además se negaron a reconocer que el estrés hídrico y la contaminación del agua con Arsénico y Flúor eran consecuencia de la sobreexplotación del agua subterránea.
Casi al mismo tiempo se preguntarán ¿por qué no vieron la crisis climática que exacerbaba el estrés hídrico y la vulnerabilidad a la misma?
Científicos, periodistas y activistas han documentado la tragedia, aunque la industria de los forrajes y la producción de leche y las empresas e instituciones que se benefician de ésta, siempre se las arreglan para encontrar y difundir falacias lógicas, que suelen ser convincentes, creando deliberadamente confusión sobre la crisis hídrica.
Como resultado de las grandes campañas públicas, y cabildeo al más alto nivel, el resultado final ha sido la promoción de la ignorancia y la desinformación y con ello, la resistencia a aceptar la realidad y la evidencia de nuestra frágil situación hídrica que reduce nuestra capacidad de adaptación ante una vulnerabilidad evidente como la de ahora mismo: sin agua en el subsuelo y sin agua en las presas.
Nada justifica que nos encontremos en una situación como esa. Ni siquiera el hecho de autonombrarnos "la región más productora de proteína animal" en el país. Lo cual tiene sus asegunes, ya que, si se redujera la actividad de producción de leche de bovinos, seguiría siendo una importante región productora de proteína con mucho menor costo ambiental y surgiría la importante producción de una actividad económica generalmente ignorada: la de la producción caprina, cuya producción de leche es de mejor calidad que la de bovino y es capaz de sostener una elevada productividad con raquíticos consumos de agua y de otros recursos.
De hecho, una de las unidades de producción mejor manejadas que conozco sólo gasta el agua que consume el ganado en los corrales y de forma virtual la que se usó en los subproductos que se emplean en la alimentación de las cabras. La huella hídrica de este sistema de producción es muy baja.
"Nos cuesta aceptar estas conclusiones. Nadie quiere consentir que es un damnificado de la desinformación o que lo ciega un mito, y las personas privilegiadas no suelen analizar de dónde proviene su privilegio" (Naomi Oreskes, profesora de Historia de la Ciencia de la Universidad de Harvard).