La Presidenta sigue sujeta a las indicaciones de un hombre. Sheinbaum ocupa la silla presidencial, pero AMLO sigue parado atrás de ella.
A100 días de haber asumido el poder, Claudia Sheinbaum es una Presidenta Pigmalión. Detrás de ella hay un hombre que la ha moldeado y creado para asemejársele. El bastón de mando lo carga ella, pero lo mueve él. Como en el mito griego y la obra de teatro de George Bernard Shaw, AMLO es el progenitor de Claudia. La crió y hoy desde Palenque la vigila. La engendró y ahora, desde las sombras, controla lo que hace a la luz del día. Ha habido algunos deslindes y ciertas correcciones, pero en términos políticos, la primera mujer Presidenta sigue sujeta a las acciones y las indicaciones de un hombre. Emula sus pulsiones autocráticas, copia sus tendencias centralizadoras, asume como suya la recreación de un sistema de partido hegemónico y se asienta en su centro. Pero aunque Sheinbaum ocupe la silla presidencial, López Obrador sigue parado atrás de ella.
Presionándola para que priorice la popularidad por encima de la viabilidad, la aprobación antes que la eficacia, la lealtad a sus encomiendas sin contemplar si funcionan. Una científica jamás habría impulsado la ampliación de la prisión preventiva oficiosa, porque entendería que no disminuye la criminalidad; sólo criminaliza a los más pobres. Una científica no proseguiría financiando al Tren Maya y a Mexicana de Aviación, a sabiendas de que son proyectos fallidos y desangran al erario. Una científica habría frenado la elección de ministros, magistrados y jueces, al comprender que acentuará la injusticia y carcomerá la confianza mermada por su predecesor. La Presidenta posee mucho poder pero todavía tiene que pedir permiso sobre cómo y para qué ejercerlo. Aún sigue el guion impuesto por quien la concibió y la sigue inspeccionando. Sheinbaum aparenta gobernar, mientras obedece órdenes.
Tan es así que México se encamina en junio a una elección caótica en aras de "democratizar" al Poder Judicial, cuando el objetivo es capturarlo. En ese proceso fársico participarán candidatos que no tienen el perfil necesario para ejercer el puesto al que aspiran; participarán militantes morenistas que no saben quién es la persona por la cual votan; participarán ministras oficialistas que terminarán de colocar a la Suprema Corte a los pies del partido. Todo porque AMLO se aferró a una ocurrencia vengativa y Claudia Sheinbaum la hizo suya. Se sumó a la opereta, permitió la manipulación, avaló la colonización. Encogió la inteligencia femenina para ajustarla a la exigencia masculina, sin vislumbrar las consecuencias.
En una reunión con consejeros del INE y al sostener en sus manos un prototipo de la boleta electoral para la elección del Poder Judicial, Sheinbaum se muestra sorprendida. Acerca la cara al papel, fuerza la vista para ver los 84 espacios en los que habrá nombres de candidatos y pregunta: "¿y de este tamaño van a ser las boletas?". Reacciona como si no estuviera al tanto de las críticas y las trabas; actúa como si no conociera los cuestionamientos y las crónicas de un desastre anunciado. Como en tantos otros ámbitos hereda bombas de tiempo, dulces envenenados y latas que fueron pateadas hacia delante con las cuales ahora se tropezará. La carga de Pemex, la reforma al Infonavit, la explosión del fentanilo, los abrazos en vez de balazos, la deuda desenfrenada, el déficit fiscal, el peor crecimiento sexenal en 30 años, la tasa de homicidios, el incremento de la extorsión, las amenazas de Trump. Temas que la popularidad no resuelve, retos que se vuelven aún más complejos cuando AMLO mete la mano en ellos, toma el bastón de mando para sí mismo y lo usa de manera subrepticia en el Congreso.
Como en el caso de la elección del Poder Judicial, hay momentos en los cuales Claudia Sheinbaum parece enterarse tardíamente de lo que está pasando. Ocasiones en las cuales tiene que contestar preguntas mañaneras para las cuales no está preparada o no tiene respuesta, porque no manda del todo. Si Claudia continúa concediendo y complaciendo al caudillo oculto, no tendrá un solo motivo para argumentar que México es "el país más democrático del mundo". Solo exhibirá su ingreso a la lista de líderes que usan a la Constitución para acabar con la Constitución, y que se apropian de las instituciones para desmantelarlas. A cien días de su mandato la Presidenta se asemeja a una escultura colocada en un pedestal. Pero sigue bajo el control del Pigmalión lopezobradorista que la esculpió.