Es una oportunidad única. Estás frente al hombre más poderoso del mundo. Acaba de convertirse, una vez más, en el presidente de Estados Unidos, y es su primer día completo en el puesto tras su regreso a la Casa Blanca.
Es una vieja tradición ir a la iglesia durante la mañana del primer día de la presidencia. Tú tienes un micrófono y él no. Hay reporteros de todos lados. Las cámaras te apuntan. Hay cientos de personas sentadas esperando tu sermón en la Catedral Nacional de Washington. El evento se transmite a nivel internacional. Millones de personas lo van a escuchar. Tomas el púlpito, rodeado de flores rojas y blancas, y se crea un incómodo silencio. Casi nadie sabe quién eres. Pero pronto lo van a saber.
¿Qué hubieras hecho tú?
Las opciones eran muy claras. Podías dar un discurso muy genérico, con tonos religiosos, hablando de unidad y reconciliación. Es más, todo el mundo hubiera esperado algo así. Y al final nadie se hubiera acordado del discurso, ni de tu nombre. La alternativa era volverse un rebelde y decirle al nuevo presidente, en su cara, exactamente lo que piensas. Sin gritos. Sin groserías. Pero también sin la menor duda de lo que querías comunicar.
Y eso fue exactamente lo que hizo la obispa Mariann Edgar Budde (sí, obispa con a, como recomienda la Fundación del Español Urgente). Ella es la líder religiosa de la Diócesis Episcopal de Washington, y está a cargo de casi un centenar de iglesias y escuelas. Pero, más que nada, es la única persona que, en estos días de fiestas, perdones, amenazas y venganzas, se ha atrevido a enfrentar públicamente a Donald Trump.
"Le pido que tenga compasión por la gente en este país que tiene miedo", le dijo la obispa Budde a Trump, quien se movía incómodamente en su asiento, evitando el contacto visual. "Hay gais, lesbianas y niños transgénero en familias Demócratas, Republicanas e independientes que temen por sus vidas". Esto parecía ser una confrontación directa al presidente que, durante su toma de posesión unas horas antes, había declarado que la política oficial de su gobierno sería reconocer "únicamente dos géneros: hombre y mujer".
Pero Budde no se quedó solo ahí.
"La gran mayoría de los inmigrantes no son criminales", le dijo la obispa al presidente, sin alzar la voz, pero contradiciendo la que ha sido la narrativa trumpista desde el 2015. "Le pido que tenga compasión, señor presidente, por esas comunidades cuyos niños temen que sus padres vayan a ser deportados, y que le ayude a aquellos que están huyendo de zonas de guerra y que sufren persecución en sus países, y que buscan ser bienvenidos aquí".
Al salir de la iglesia, claramente enojado, Trump dijo que no le había gustado el servicio religioso y, un poco más tarde en su red Truth Social, dijo que el tono del discurso de la obispa había sido "repugnante" y le exigió una disculpa.
Pero lejos de disculparse, la obispa Budde parecía sorprendida de que nadie hubiera confrontado directamente al presidente.
"¿Alguien iba a decir algo?", se preguntó en voz alta la obispa ante una reportera de The New York Times. "¿Alguien iba a decir algo sobre el giro que está tomando el país?"
Muy pocos son los que se atreven a contradecir en público en este momento a Trump. Y hay mucho que confrontar: Sus planes de deportaciones masivas son crueles, injustos e improductivos y pueden culminar en la separación de miles de familias; sus políticas atentan contra la diversidad que ha hecho único a este país; su intervencionismo en México, Panamá, Canadá y Groenlandia viola todas las reglas internacionales; su perdón a los insurrectos del 6 de enero del 2021 en el Capitolio abre la puerta a más violencia política; su indiferencia ante el calentamiento global pone en mayor riesgo al planeta; su orden de sacar a Estados Unidos de la Organización Mundial de la Salud nos deja más vulnerables ante otra posible pandemia; su negativa a reconocer su derrota electoral en el 2020 es una gigantesca y peligrosa campaña de desinformación y un terrible ejemplo para regímenes autoritarios; quitarles la ciudadanía a niños nacidos en Estados Unidos atenta contra la constitución y contra una tradición de más de dos siglos; y su acumulación de poder - controlando el ejecutivo, el congreso y la mayoría en la Corte Suprema - amenaza a la vieja democracia estadounidense.
La lección de Budde es contundente. Para religiosos, periodistas, políticos, activistas de los derechos humanos y defensores de la diversidad cultural, para protectores del medio ambiente y la democracia, y para tantos más, quedarse callados ante muchas de las propuestas de Trump es traicionarse y traicionar a los que te acompañan. El solo ganó la elección. Nada más. La verdad no es de él. La palabra es nuestra mejor arma.
¿Qué hubieras hecho tú? (La respuesta te define.)