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HUGO J. CASTRO

La muerte de un Papa siempre marca un antes y un después en la vida de millones de personas, pero sobre todo se convierte en una situación en donde entra en juego no solo la esperanza de un mejor futuro dentro de la iglesia católica, sino en particular la probabilidad de una renovación que pueda abrir a esta religión hacia un mundo de constante cambio, o bien ser testigos de cómo una estructura anquilosada no quiere, por ningún motivo, dejar de ser “autoridad” y privilegios.

Así comienza la historia de Cónclave, película realizada por Edward Berger (Sin Novedad en el Frente de 2022, que fue ganadora de cuatro Oscars) basada en la novela homónima de Robert Harris (2016) y que fue adaptada para el cine por Peter Straughan (quien escribió el guion de Experta en Crisis y El Espía que sabía Demasiado).

Como su nombre lo indica, la historia tiene principio luego de la muerte del Papa y el proceso que se sigue para encontrar a su sucesor, en donde vemos como el Cardenal Decano, Thomas Lawrence (interpretado magistralmente por Ralph Fiennes), junto al Colegio Cardenalicio se preparan primero para tomar “las providencias” para las exequias del sumo pontífice, así como la preparación para el Cónclave, que como sabemos es la reunión de todos los cardenales que se reunirán en la Capilla Sixtina para encontrar, a través de votación, al nuevo pastor del mundo católico.

Pero va más allá de lo que representaría ser un proceso en donde, por medio de la fe y la oración, los cardenales van decidiendo cuál es la mejor opción para la iglesia. 

Por eso se pueden ver cuatro posturas que son muy palpables entre los miembros de esta religión, aquellos que son totalmente liberales que buscan hacer cambios no solo de forma sino de fondo representadas por Aldo Bellini (Stanley Tucci) que representa a los Estados Unidos (pero recordemos que esto es ficción y en la realidad hay un ala muy conservadora en este país que no concuerda con el actual Papa Francisco); la línea conservadora moderada, que sí está dispuesto a ciertos cambios pero no a todos, en el nigeriano Joshua Adeyemi (Lucian Msamati); de Canadá se presenta Joseph Tremblay (John Lithgow), también un conservador convencional  pero sumamente sagaz para las negociaciones; y por último el tradicionalista a ultranza que quisiera que la misa fuera en latín y todo volviera al pasado de la iglesia, Goffredo Tedesco (Sergio Castellitto) de Italia.

Vemos como en este proceso se reflejan muchas de las ideas que se manejan dentro de la iglesia como la poca participación de la mujer en las decisiones de este nivel, las ideas de la invulnerabilidad de la jerarquía, la sensación de que hay demasiados secretos que obligarían a que la apertura fuera para mejorar, pero son tantos los intereses creados alrededor que difícilmente se podría pensar que podría haber un rumbo diferente.

Y esto va condicionando los motivos para optar por uno u otro candidato.

También resalta dentro de la historia la experiencia de duda por parte del cardenal Lawrence, la cual cuestiona tanto su oración, la pertinencia de mantenerse en su labor y que al palpar el actuar de los cardenales dentro del proceso, puede observar el cómo hay una distancia con el compromiso de pastores con su pueblo.

Cabe destacar la sorpresiva actuación del actor mexicano Carlos Diehz (cardenal Benítez), arquitecto de profesión, quien a pesar de tener su primera aparición en la pantalla grande no desentona en este ensamble actoral de primer nivel y que también es complementado por una enorme Isabella Rossellini (hermana Agnes) quien con unos pequeños trazos da una interpretación completa.

La narrativa de esta película trata de llegar al suspenso, pero no el clásico en donde las intrigas sean las que pongan el tono, sino que el texto va enfocado a reconocer cuál es el objetivo de la iglesia, de sus pastores, su visión hacia el mundo y como la idea de cambio no es solo a la tradición sino a verdaderamente abrirse ante los casos que se tratan de ocultar, como ejemplo en las películas las reuniones que si suceden y se tratan de negar.

Es interesante en que esta película no cae en la idea se ser algo confesional (o que defiende a la iglesia) sino que puede marcar las situaciones en las figuras de los últimos pontífices.

Sin embargo, se maneja una esperanza de que pueda darse pasos hacia una forma diferente en el actuar y en el creer.

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