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Johanne Sacrebleu

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HUGO J. CASTRO

Toda obra artística está libre para ser interpretada por cada espectador, quienes, desde sus experiencias subjetivas, darán una lectura totalmente independiente y poderosa que nos permite entender que el arte no se da en una sola forma, así como diría Umberto Eco en su famoso libro Obra Abierta “una Obra Abierta tiene pluralidad de significados que conviven con un solo significante”.

Luego del enorme rechazo que generó la película Emilia Pérez de Jacques Audiard en nuestro país y otras naciones de Iberoamérica, parecía que todo quedaría en solo una reacción en redes sociales que haría eco al desacuerdo, pero que solo acumularía la famosa más de que “no hay publicidad mala”, sino que todos estaríamos hablando de este fenómeno que para este lado fue un exceso de “ay no”, mientras que en Europa generó un gran “magnifique” en cientos de personas.

Pero la llegada de esta película a nuestro país hizo que diferentes personas no solo se conformaran con criticar y ya, o reclamaran el reembolso en el cine luego de que se anunciara de presumir su sello de calidad, sino que una voz desde su experiencia existencial realizaría una experiencia que más allá de la burla o la revancha, buscaba demostrar que el “rey no traía el famoso vestido de tela invisible, sino que en realidad estaba desnudo”.

La aparición de Johanne Sacrebleu, cortometraje compartido en la plataforma de YouTube y realizado por la directora mexicana Camilla D. Aurora, se convierte un fenómeno viral que además de “poner el dedo en la llaga” de la falta de trabajo a profundidad por parte del equipo de Emilia Pérez, reutiliza todos los clichés que se han formado a lo largo del tiempo de lo que significaría lo francés, pero elevando al nivel de lo absurdo y lo que se conoce como lo “kitsch” pero que curiosamente funciona como una voz fuerte de resistencia, un activismo que en estos tiempos tiene resonancia, a pesar de quienes lo han visto podría decir que es solo un vagón del famoso “tren del mame”.

La directora no esperaba que su video realizado en un fin de semana tuviera la respuesta de ser visto por más de dos millones de personas en México y otras naciones, que se volviera tema de discusión en las redes, que pudiera ser un estandarte más poderoso que la triste imagen que quiso usar Audiard en la oficina de la ONG de EP (si investigó el director francés los referentes de México, pero solo usó el argumento contrario para salir al paso de los señalamientos).

Pero esto le permitió que demostrar que su crítica va en función de su experiencia trans, que no solo trataba de usar su historia de exageraciones para decir un ya basta de usar a México no como lienzo, sino como una suma de estatutos mal entendidos, pero que en las industrias audiovisuales de Estados Unidos y Europa se ven como lo fascinante o lo surreal, por eso se puede entender que una abogada luego de levantar una ONG en favor de los miles de desaparecidos, consiga organizar a los “gatilleros” de EP para rescatarla.

Camilla D. Aurora vive un momento que para muchos se verá como una mera anécdota, que será también criticada y hasta menospreciada, ya que ofendió a los cultivados de Francia y otros parajes que vienen en los libros de historia. Pero su crítica va en función de que hay que reconocer que las vivencias de una chica o chico en transición no van por el lado del escándalo o de la reivindicación, sino por el descubrimiento del propio ser, que necesita ser respetado. Que se abre paso entre la sociedad, la cual lo acusa hasta de su existir, y más en estos momentos que figuras como Donald Trump y su entorno les han impuesto una “letra escarlata” a esta comunidad.

Johanne Sacrebleu se está abriendo paso no solo como algo viral o pasajero, sino como una forma de expresión que está al alcance del espectador-productor, un nuevo elemento dentro del proceso de comunicación de este siglo, que sin duda puede ser un parteaguas, a pesar de que sea una oda al “kitsch” pero sumamente bien contada, que nos permitirá entender que “nuevas ideas y un nuevo vocabulario se incorpora al arte”, como diría el maestro Umberto Eco.

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