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El Brutalista

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HUGO J. CASTRO

Luego de la experiencia de dos guerras mundiales, la humanidad tuvo que sortear con la crudeza de lo que significa el ser humano. Obvio que esto trajo diversas reacciones en todos los ámbitos del saber, de la ciencia, del arte y hasta de la filosofía.

En este estado de reconstrucción no solo era levantar lo caído, sino verdaderamente hacer un esfuerzo por entender que no volveríamos a ser los mismos, de tal manera que no bastaba con poner un parche o resanar las heridas que se presentaba en esos momentos en muchas ciudades, sino intervenir con una realidad que no tuviera adornos, sino que nos dejara en carne viva.

Así es como nos llega una historia sumamente interesante llamada El Brutalista, la cual fue concebida por el actor y director estadounidense Brady Corbet, junto a su esposa Mona Fastvold con quien ha trabajado en sus anteriores proyectos (La Infancia de un Líder de 2015 y Vox Lux de 2018). Se tenía previsto que la filmación iniciaría para 2020, con otro elenco, pero la pandemia de COVID-19 retrasó todo. 

No es hasta 2023 que Corbet comienza a filmar usando el formato de Vista Visión en busca de acercarse a que la historia no solo fuera diegética en la forma, sino también en el fondo, es por ello que habría que construir con los materiales de la época, por lo anterior, el director buscó que se presentara este filme en formato de 70 mm y que como era una costumbre en esos tiempos en las salas de cine ofrecer un período de intermedio para que los espectadores pudieran tener un descanso para ir a la dulcería o bien tomar un respiro, lo cual es adecuado debido a que la película dura 3 horas y media.

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Aquí veremos la historia del arquitecto de origen húngaro Laszlo Tóth (con una de las mejores interpretaciones de Adrien Brody), quien llega a los Estados Unidos luego de sobrevivir al Holocausto Nazi para buscar un mejor futuro. Sin embargo, tiene que empezar a levantar todo lo que alguna vez fue, no solo desde su carrera (al ser formado en la Bauhaus) sino también su familia, ya que su esposa Erzsébet Tóth (Felicity Jones quien demuestra una gran madurez) también sobrevivió, pero habrá que luchar para traerla a este nuevo mundo.

Luego de que Laszlo y su primo fueron contratados para hacer la reconstrucción de una biblioteca de Harrison Lee Van Buren (un enorme Guy Pearce), un industrial rico de la zona, a quien no le gustó la sorpresa que la había hecho su hijo con este trabajo. En estos momentos, el migrante sigue viviendo el rechazo hasta de sus familiares, el uso de la heroína como parte de su escape de la realidad. Pasan tres años, cuando de nueva cuenta Harrison encuentra a Laszlo para comentarle que su remodelación ha sido muy valorada por la comunidad arquitectónica, así como que ya sabe el pasado del arquitecto en Europa. 

Así, la vida del protagonista dará un giro interesante, de la mano del encargo del empresario por la construcción del gran proyecto de un centro comunitario, además de que inician los trámites para que pronto su esposa y su sobrina puedan estar en Estados Unidos. Podríamos pensar que estamos frente a una biopic, pero la realidad es que Corbet nos pide que también hagamos un ejercicio de construcción, no solo de la historia, sino del ambiente, de la experiencia vital, de las condiciones del ser humano que se pueden expresar en diversas formas, como en el caso del estilo arquitectónico Brutalista, al que pertenece el protagonista, en donde las formas se alejan de los adornos para dar paso a presencia del concreto, para demostrar que el ser humano se muestra como un elemento desnudo en el cual podemos ver la complejidad de su estructura interna.

Así la historia nos conduce a reconocer que estamos levantando una historia monumental que además de pesada, tiene en su ser la idea de conseguir algo más allá del artificio ficticio, dándole paso a nuestra capacidad de otorgar licencias que nos permita ver a los personajes en toda su “humanidad”, la cual consiste en no ser ni tan buenos, pero tampoco tan malos.

El Brutalista está llamado para convertirse en uno de los clásicos del cine de esta década, la cual ha tenido muchas historias buenas y malas, pero que pocas logran hacer que la deconstrucción nos permita levantar sin temor un concepto interesante, no por nostalgia, sino por su capacidad de ofrecernos a que el arte puede darnos la posibilidad de tomar el pincel para dar nuestros propios trazos.

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Escrito en: Quiero palomitas Hugo J. Castro Espectáculos Columnas

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