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HUGO J. CASTRO

Hacer lo correcto puede que haya dejado de significar lo que en antaño era. Posiblemente, en este tiempo de la “post-verdad” cualquier parámetro o idea puede ser tomada como absoluta y hasta como la visión real de la vida.

Este es uno de los elementos que moverá gran parte de este “divertimento” muy particular realizado por Steven Soderbergh, aquel que maravilló al mundo con su Sex, Lies, and Videotape de 1989, quien reactivó el género de “atracos” con su visión “chick” en la trilogía de Danny Ocean (George Clooney) y su pandilla, así como aprovechó el talento de bailarín de Channing Tatum en Magic Mike (y que no terminó muy bien en Last Dance).

Soderbergh se mete a desarrollar una historia escrita por el escritor, guionista y adaptador David Koepp (coescribió Jurassic Park, Mission Imposible, Panic Room), que nos envolverá en un caso extraño de un matrimonio funcional dentro de un ámbito poco común, el mundo del espionaje, el cual vivirá una situación de crisis no solo por las situaciones que conlleva dedicarse a cuidar la seguridad global, sino por el grado de complejidad que es realmente creer en el “otro” hoy en día.

La historia nos muestra a un matrimonio, los agentes de inteligencia Kathryn St. Jean (Cate Blanchett, poderosa como siempre y con un toque de sensualidad que pocas actrices pueden llegar a desarrollar en sus personajes) y George Woodhouse (un Michael Fassbender muy bien controlado, demostrando que su talento se ajusta a las necesidades del guion), quienes se ven involucrados junto a sus compañeros en un peligroso “juego de máscaras” para descubrir la “verdad”, la cual puede cambiar el rumbo no solo de la humanidad, sino del futuro de una relación que se mueve en todo momento en “arenas movedizas” pero que se fortalece en la confianza, en la pasión y en el amor, a pesar de lo contrastante en sus caracteres.

Esta breve narración (tomando en cuenta que solo dura una hora y media) va llevando al espectador no a mantenerse al filo de la butaca como lo hace el clásico discurso de suspenso, sino a incomodarse con la idea de que en realidad no es una historia común de espías, sino que apela al cuestionamiento de cómo se percibe en este momento la construcción de las relaciones humanas, del cómo la sensación de que cada persona guarda diversas vidas (no solo por el trabajo, sino por decisión) nos va llevando a vernos que las caretas no solo están en los personajes, sino en quien los miramos.

Es por ello que el cuestionamiento del por qué todos nuestros actos se han convertido en tema del supuesto “Código Negro” hace que absolutamente nada ya tenga el sentido de la confianza, por lo que solo hay dos posibilidades: hacer un verdadero acto de fe y convicción por defender en lo que has construido o poner en duda todo “hasta la propia sombra”.

Este ejercicio narrativo es interesante porque más allá del talento de los actores que aparecen en esta puesta en escena (Pierce Brosnan, Regé-Jean Page, Naomie Harris, Marisa Abela y Tom Burke), las reacciones, así como las forma en como los rostros transmiten las diversas caras de la duda y el miedo, hacen que dichas actuaciones sorprendan como el final.

Sin ser pretensioso, Soderbergh cumple con desarrollar una historia potente en varios aspectos a una reflexión necesaria para la vida moderna, es como una sesión de auto terapia en donde las conclusiones pueden ser alentadoras o que nos hagan cambiar el rumbo de nuestras creencias y convicciones. No todo es lo que aparenta ser en esta vida.

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Escrito en: Quiero Palomitas Hugo J. Castro Código Negro

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