En mi experiencia de amor al cine se puede decir que inició una tarde de domingo en Torreón. En un vetusto teatro que desconocía de su existencia y de su magnitud, llamado Isauro Martínez, el cual guardaba su piso de madera (igual que el cine Princesa, que después conocí y se quedó en mi mente de niño). Y fue posiblemente ese destello de luz que se esparció por aquel muro blanco, el cual capturó mi mirada, debido al color, a la magnitud de la imagen, pero indiscutiblemente a la historia, y esa era Blanca Nieves.
Lo que viví esa tarde fue maravilloso, sentimientos que brotaban en aquel cuerpecito de 5 años, que se emocionó con la maravilla que era esa técnica de la animación, la cual ya tenía varias décadas de haber sido estrenada (1937) pero que guardaba intacta su magia, su capacidad de ocasionar la risa, el terror y el amor, con unos cuantos minutos. Y eso lo guardó como un tesoro invaluable.
Por ello, lo que viví en esta ocasión dista totalmente de aquella experiencia, no porque ahora este cuerpo ya rebasa el medio siglo, ni tampoco por esa tentación de decir "que los tiempos pasados fueron mejores", sino porque lo que vi en pantalla es una amalgama sin ton ni son de intentos que se quedan en eso.
Posiblemente, se realizó un arduo estudio de mercado para tratar de llevar al clásico de Disney a su versión de "live-action", con la idea de atraer a un público joven, con ideas más cercanas a lo que es "nuestra realidad", transformando el discurso de "y vivieron felices por siempre" que la misma casa de entretenimiento mantuvo en las décadas de la postguerra y que se confrontó al embate de los movimientos contraculturales, postmodernos y hasta a los "-enials".
Para eso echaron mano de Chris Webb, director de la propuesta de cinta romántica con un toque de realidad llamada (500) días con Ella, además si la señorita Greta Gerwig (Frances Ha, Lady Bird, Mujercitas, Barbie) estaría coescribiendo Erin Cressida Wilson esta nueva adaptación al cuento de los hermanos Grimm que vio la luz en 1812. Además, tendrías como la reina malvada a Gal Gadot, uno de los rostros más valorados en el cine de la última década, así como la aparición de Rachel Zegler, el último talento que se había topado Hollywood y que representa a esta nueva generación: desparpajo, sin miedo al triunfo porque no solo es un producto prefabricado, no se guarda su opinión (aunque no sea la más popular o sensible) y sobre todo fashionista.
Entonces, ¿qué podría salir mal? Esto parecía tratar de poner la cámara y que la magia surgiera, pero en esta ocasión no fue así. Desde el tratar "descafeinar" todo aquello que huela a estructuras pasadas, se intentó hacer una narrativa más actual, pero que desgraciadamente el guion fue presentando inconsistencias, las cuales hacen que el público se sienta forzado a permanecer para ver si hay algo de "perspectiva" como diría el crítico en Ratatouille.
Habrá quien diga que se respeta en gran medida al clásico, pero la realidad es que todo se ve tan forzado que cada cuadro se queda en una imagen "aesthetic" pero sin ninguna substancia que le permita transcender.
Este collage del mundo de princesas Disney le cobrará una fuerte factura al entorno para su futuro, debido a que las audiencias están más enfocadas a dar licencias a diferentes situaciones, pero ya no es tan fácil de convencer (por más películas que salgan de algún Derbez).
Es una lástima, pero no me queda duda de que aquella tarde de domingo en Torreón de varios años atrás no me la quitará absolutamente nadie, ni la maquinaria que busca adaptar todo al sentido de aquello del cómo deben ser las cosas. No era difícil regalar un poco de magia, pero se conformaron con cumplir "agendas" producto de supuestos estudios de mercado.
PD. Un abrazo fuerte a la familia de mi compañera de universidad Liliana González Lobo y de mi amigo y hermano, el profesor y DJ Luis Ramos Mijares. Estoy con ustedes en estos momentos y celebro la vida de ambos. Gracias por todo.