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HUGO J. CASTRO

El fenómeno viral de esta temporada llega a través de la plataforma de Netflix, su nombre es Adolescencia, una miniserie de origen británico creada por el escritor Jack Thorne y el actor Stephen Graham.

Esta serie de solo cuatro capítulos, pero de una intensidad soberbia en cada uno de ellos, nos mantienen atentos a lo que pasa dentro de la trama como en los pequeños detalles, lo cual hace que nos involucra en un ejercicio no solo de concesión de licencias, sino de una verdadera toma de papel, a partir de la detención del estudiante de secundaria Jamie Miller de 13 años, responsable del asesinato de una compañera de su escuela.

Hasta aquí parecería cumplir con los parámetros que en muchas series de detectives y casos policiales se van asignando, como el hecho de generar el movimiento de los cuerpos de seguridad, el empleo de la duda por parte de protagonista para generar desde simpatías hasta apoyo a su presunta inocencia, así como la confrontación por parte de las autoridades en busca de la verdad.

Pero los creadores de la serie junto al director Philip Barantini, tomaron el reto de llevarnos mira esta historia rompiendo estos estereotipos en la narrativa de las historias de criminales para generar una experiencia diferente debido en gran medida a que está grabada y contada en “plano secuencia” es decir en una sola toma de principio a fin.

Para más referencias de este recurso fílmico y narrativo tenemos a la multipremiada Birdman de Alejandro González Iñárritu y filmada por el lente de Emmanuel “El Chivo” Lubezki, quien también contribuyó con su manejo de la cámara en la enorme secuencia inicial de Gravity de Alfonso Cuarón, así como varias escenas realizadas por el director estadounidense Paul Thomas Anderson (Magnolia) o también la legendaria Arca Rusa de Aleksandr Sokúrov, la cual se realizó una noche en el Museo Hermitage de San Petersburgo y que solamente se permitió hacer dos tomas, una primera porque un actor no llegó a la marca indicada y la segunda es la que se ve en el filme.

Si ya el reto por la sincronía entre actores y el equipo técnico tiene que ser casi perfecto es complicado, esta serie no solo se complace con cumplir con llegar en el punto indicado, sino que se va revelando poco a poco, pero con un ritmo sofocante, semejante a una carrera atlética donde tenemos que mantener la concentración y el paso para poder digerir todo lo que se va mostrando en la pantalla.

Así cada capítulo nos va envolviendo en la confrontación no solo de Jamie y sus motivos sino también el de su familia, la cual se convierte en la parte medular por la cual ha sido aceptada por el público a nivel global, en gran medida por la identificación de los padres actuales, debido al aumento del desconocimiento de la vida de las hijas y los hijos en gran parte por el excesivo uso de la virtualidad y las redes sociales.

Es decir, mientras que las personas de las generaciones nacieron en la postguerra y la designada como “X” crecimos con la idea por lo menos indicar a nuestros padres quienes eran nuestros amigos, en la actualidad solo tenemos la referencia del perfil de las amistades de nuestros adolescentes y jóvenes, lo cuales en redes muestran la “selfie” soñada o bien el platillo que se ve delicioso y se comerán en esta tarde, pero que en el dialogo entre ellos existen más escenarios de posibilidad que tanto hablan de sus hobbies como de planear actos que nunca pasarían por tu mente.

El nivel de actuación tanto del experimentado Stephen Graham (Eddie Miller), así como la de todo el elenco es muy sobresaliente, pero sobre todo el nivel logrado por el joven Owen Cooper (Jamie Miller) en su debut en la actuación es en gran medida la columna en la que se sostiene gran parte del éxito de esta serie.

Un clamor que ha surgido a partir de las criticas que se han generado en trabajos como Emilia Pérez o Blanca Nieves, se han enfocado a señalar que el público “no está preparado para este tipo de historia” y de ahí que el encono en contra de estas obras sea más el resultado de una punto de vista sin fundamentos, sin embargo y recordando al director mexicano Gabriel Retes alguna vez me dijo “el público está preparado para disfrutar de cualquier manifestación artística, siempre y cuando este se sienta respetado con una historia bien planteada”, creo que su comentario tiene una gran validez para considerar que historias como Adolescencia no solo serán consideradas por sus aportes técnicos y narrativos, sino por el valor de hacer caer en la cuenta de que el desconocimiento del otro ya no es con el que vive en la siguiente casa, sino que hasta está en mi mismo techo. Esto tiene un gran valor.

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Escrito en: Quiero Palomitas Hugo J. Castro Adolescencia

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