Quiero Palomitas
¿Cuál es la naturaleza del amor? Posiblemente, no hay una respuesta concreta, ya que tendríamos que acercarnos a cada uno de nosotros para encontrar la solución a este enigma.
Sin embargo, es claro que este absurdo podría tener algo de razón a partir de que el amor no es solo una aspiración, sino una realidad, pero que en estos tiempos ha entrado en una crisis en cuanto a que se debe de entender en qué consiste y cómo podríamos mantenerlo vivo.
Este tema es uno de los paradigmas que entrarán en juego en la nueva versión de Nosferatu, película de Robert Eggers (The Witch, The Lighthouse y The Northman), quien también realiza el guion basado en la historia desarrollada por Henrik Galeen para el filme que realizó F. W. Murnau en 1922 y que a su vez tomó la historia de Drácula de Bram Stoker, sin embargo, al no poder pagar los derechos de esta historia se le encargó a Galeen que hiciera algunos cambios.
El resultado es que abrió la puerta para que este “monstruo” que se alimenta de sangre humana se convirtiera también en un ser mitológico en el cine, al punto que hay en cada cinematografía nacional algún acercamiento a este personaje (inolvidable en nuestro país es la figura de Don Germán Robles encarnando al Conde Drácula en un sinfín de películas y que hasta cierto punto encasillaron a este gran actor en este personaje).
Aunque Eggers trata de hacer una historia que se apegue en esencia a la visión del Murnau (recordemos que es parte del expresionismo alemán y que también en su versión recurrió a los escenarios que dictaba la visión del romanticismo alemán), pero con una visión más de nuestro tiempo, en donde podemos entender un poco lo que se entendía que es una posesión demoníaca, la histeria, el cuestionamiento de la vida desde el punto de vista de la modernidad, pero la presencia (aun en nuestros días) de creencias que se acercan al lado oscuro.
Uno de los elementos en que toma distancia Eggers de Murnau es sin lugar a duda la caracterización del Conde Orlok, quien en esta ocasión Bill Skarsgård realizó un buen trabajo (a diferencia de su poco agraciada versión de El Cuervo) con todo el rigor que merece el personaje del vampiro, tanto en generar terror y desagrado, lejos de la visión del dandy que enamoró (y descafeinó al mito) para que pudiera tener entrada en todos los ámbitos.
Pero además no quiere competir con el estereotipo que generó la caracterización de Max Schreck, la cual no es desconocida no solo por su aparición en el filme de 1922, sino por su “intromisión” en clips que se usaron en caricaturas como Muppets Babies y más recientemente en Bob Esponja. Por ello, el director estadounidense quiere mostrar un Orlok más parecido a Vlad el Empalador.
Cabe mencionar que algo que imprimió Murnau en su película fue darle mayor importancia al papel de Ellen Hutter (Lily-Rose Depp), el oscuro objeto del deseo del Conde Orlok y por quien el vampiro deja atrás la soledad de su castillo para reclamar su amor por ella en el puerto ficticio de Wisburg, pero también siendo más la protagonista la historia, no por una visión feminista, sino porque la historia original obedecía a que realmente Ellen tiene matices muy contradictorios, pero a la vez su “arco” va de ser una simple acompañante de su esposo Thomas (Nicholas Hoult) a convertirse en una mujer que toma decisiones cruciales, que no eran entendidas en esa época, pero que tienen un eco importante en la historia.
Si bien el terror gótico ha evolucionado a lo largo de los años, Eggers trata de no alejarse tanto de la raíz de este género.
Al contrario, hace un homenaje en cada fotograma buscando una estética muy cercana a ese momento, al punto que podríamos estar viendo cuadros de pintura en movimiento, algo que pocos directores se arriesgan a realizar y más por lo complicado que representa para tanto la cámara, la iluminación, así como el diseño de la producción.
El director estadounidense logra llevarnos a escenarios oníricos, en los cuales los personajes se mueven entre la realidad, la fantasía y la oscuridad.
Algo también a resaltar es la actuación de Willem Dafoe, quien ahora encarna al científico y paracelsiano Albin Eberhart Von Franz, y que en el 2000 realizó el papel de Max Schreck y al Conde Orlok para la cinta La Sombra del Vampiro (de E. Elias Merhige), la cual es una versión ficticia de la supuesta leyenda que surgió durante el rodaje de Murnau, en la cual se decía que Schreck era un vampiro de verdad, aunado a las supuestas desapariciones de personas en el set.
En esta versión Murnau le promete a Schreck que si da la actuación que necesita para su película le dará como premio la oportunidad de morder el cuello de la actriz Greta Schröder (la original Ellen Hutter) y que para efecto de esta versión libre le quitaría la vida, aunque tanto Schröder como los otros personajes que fueron asesinados en esta película vivieron más años en la vida real.
Eggers logra hacer un homenaje visual a la visión de Murnau y su película, pero también nos ayuda a que entendamos que el tema del amor está en tela de juicio en estos momentos por la crisis que viven las estructuras en las que nos hemos basado como sociedad, en cuanto al sentido que le damos a los sentimientos y a las vivencias, al punto de hacernos caer en cuenta que la pasión, el compromiso y el sentimiento son elementos constitutivos de una visión del amor que posiblemente se aleja a los nuevos escenarios en donde nos movemos y habrá que hacer sacrificios para poder darle una dimensión personal a lo que queremos que sea el amor para cada uno de nosotros.