asta acá llegué… me estoy muriendo. Y el guerrero tiene derecho a su descanso", expresó la semana pasada José Mujica, expresidente de Uruguay, a propósito de su decisión para no someterse a más tratamientos contra el cáncer.
Con 89 años, Mujica es considerado por algunos observadores de la jungla política mundial como una rara avis, debido, entre otros factores, a la congruencia de su discurso, riqueza de pensamiento y carácter para luchar por sus ideales sobreponiéndose a circunstancias tan severas como fueron las de la dictadura que padeció su país.
Todo un estadista por su saber sobre los asuntos del Estado y connotación de hombre con visión superior para conducir el rumbo de un pueblo, Mujica es la antítesis de algunos políticos de la era actual, que frente a él aparecen como trogloditas, viajeros empedernidos, analfabetas funcionales a los dueños del mundo o, en el mejor de los casos, ciegos que no pueden distinguir entre la ideología y la razón sin adjetivos.
El anuncio de la decisión de este personaje en el ocaso de su existencia remueve, otra vez, algunas de mis experiencias trabajando al lado de "políticos" que aspiraron al tratamiento de dioses o profetas capaces de conceder milagros con dinero público.
Asimismo, me lleva a recordar "políticos" con estrategias y argumentos tan "profundos" como el que me explicó el motivo de su aspiración a un puesto de elección popular diciéndome: "No me gusta ver niños pobres en la calle". O el enfermo de soberbia que me invitó a su despacho para decirme, eufórico y convencido, luego de imponer desde su posición en el poder Ejecutivo al presidente del Tribunal Superior de Justicia (la división de poderes siempre ha sido una "realidad" en México): "¡Ya chingamos, soy el próximo gobernador!", y meses después dejara su puesto y luego estuviera en la cárcel.
Evoco igualmente a quien me contestó que la gente recordaría al gobernador que la terminara y no a él, cuando, en una muestra de la pérdida de la esencia de la política, rechazó iniciar la construcción de la presa que garantizaría el agua para las presentes y próximas generaciones de la zona metropolitana de la capital de su estado.
Esas y otras experiencias me llevan a reflexionar en torno al rescate de lo humano en la política, eje del discurso de septiembre de 2014 en la Universidad Federal de Rio Grande do Sul, Brasil, donde Mujica expresó que mientras la política otorga atención excesiva a la economía, abandona la filosofía en un mundo donde se vive la paradoja del avance del conocimiento y el surgimiento simultáneo de crisis ejemplificadas por la ecológica, causada por el orden político global en una época donde ninguna sociedad puede hacer frente a sus problemas mayores por sí sola. Esa y otras crisis, apuntó, serán superadas únicamente si el hombre razona como especie, no como país o clase.
En momentos en los que cuenta con ciencia y tecnología ampliamente desarrolladas, posee medios económicos y está consciente de los problemas del mundo, el ser humano vive una crisis de alta política, antes que una ecológica, pues "Los gobiernos están preocupados en quién gana las próximas elecciones y metidos en su agenda", afirmó.
Los gobiernos actuales, agregó, parecen incapaces de frenar la especulación financiera de los bancos "timberos" (palabra con la que en Uruguay se nombra a quienes ganan mediante engaños en los juegos de azar), que operan en una civilización donde las costumbres son esencialmente funcionales a la acumulación de capital.
"Es el tiempo de la política más que nunca, porque por ausencia, si no hay decisión y voluntad política, entonces primará la política que imponga el mercado y el juego libremente económico, y no las necesidades de la gente".
El discurso citado concluye advirtiendo a los jóvenes el peligro de que el sistema vigente les robe la vida y transforme sólo en pagadores de cuotas (pagos parciales por créditos para adquirir bienes).
"Defiendan la vida, organícense para defender la vida. Todo lo que he dicho se encierra en eso: defender la vida. En primer término la vida humana, pero la vida humana para ser posible tiene que cargar con la defensa de todas las vidas que nos acompañan en este barco que anda dando vueltas en el silencio sideral. No estén de acuerdo, pero piensen".
Pero mientras se forma una crisis mayúscula por lo que hoy no se pretende enmendar a través de una política que retome su esencia de defensora de la vida en amplio sentido, sigamos especulando sobre la transición del PRI a Morena en Coahuila, diseñando "corrales" para migrantes, aceptando como incambiable el clima, usando los mares como basureros, difamando al pobre diciéndole holgazán, satanizando la riqueza proveniente del saber y trabajar, y comprando todo lo que se pueda hasta entender un día que acumular lo tangible quita el irrecuperable tiempo destinado al gozo mayor propio de lo intangible.