Mientras los ojos del mundo estaban atentos a los movimientos del presidente de Estados Unidos de América y la "oposición" en México continuaba dedicada a denostar el régimen y olvidar nuevas propuestas, en Torreón, Coahuila, tenía lugar uno de los acontecimientos de mayor significado en el orbe.
Conocido por pocos y cuestionado por menos, esa ciudad del norte del país fue sede de un atentado contra la humanidad entera, clasificable como terrorista pues infundió terror por su origen, mensaje y consecuencias previsibles.
Aun pudiendo alegar sus autores que el objetivo de tan inhumana acción no tenía como objetivo intimidar a la población del planeta, y mucho menos colocar a La Laguna en los anales de la estupidez e ignorancia, es imposible pasar por alto el hecho si se conoce lo que sigue:
"'Ya está vendido el lote', dicen los encargados de una planta recicladora ubicada en el ejido La Unión, sobre la calle Francisco Villa, a quienes necios escarban entre las montañas de libros que se encuentran a la intemperie, con el deseo de comprar por lo menos alguno. Se trata de los ejemplares que alguna vez formaron parte de la biblioteca de la Universidad del Valle de México (UVM), institución que anunció el cierre de sus instalaciones en Torreón a partir de enero de 2025", informó el miércoles 29 el diario de mayor tradición en la región lagunera.
En el colmo de la estulticia "universitaria", este periódico indica que la UVM difundió un comunicado en el que minimiza el valor de los libros desechados, pues eran ejemplares "obsoletos". El reportero Saúl Rodríguez informó que entre las obras apiladas como si fueran basura se asomaban creaciones de Jorge Luis Borges, James Joyce, Carlos Fuentes y Jorge Ibargüengoitia, entre otros, hoy, a decir de una institución educativa, "anticuados". Ay, don Ricardo Omaña del Castillo, Editor Non, cómo recuerdo cuando revisábamos en la redacción de El Norte los envíos de los departamentos de prensa y comentábamos divertidos cómo pretendían aplacar las crisis "a boletinazo limpio".
Pero así como la referida nota señaló que sobre los libros amontonados en el piso sobresalía un cartel de la UVM que rezaba "Conoce nuestra oferta educativa", dando testimonio acerca de cómo la misma universidad se encargó de colocar su epitafio, la misma publicación dio contrastante cuenta de la existencia de la inteligencia y sensibilidad humana informando que un particular adquirió todos los ejemplares, antes de que pasaran a "las fauces de una trituradora" cerca de 10 toneladas de papel para los inconscientes y de pensamientos para los conscientes.
El 31 de enero, El Siglo de Torreón publicó una nota del mismo reportero, donde informó que Cristian Ferman, el comprador de los libros, supo de la gran cantidad de ciudadanos que acudió a la planta trituradora para rescatar algún ejemplar, por lo que decidió ofrecerlos en venta a la comunidad.
En un gesto de sentido social y visión de futuro, ausente en quien decidió echar a la basura la biblioteca de la UVM y dejó ver un pensamiento más identificable con el de los nazis o de los militares exterminadores de libros en la dictadura de Pinochet (aunque tal vez no conozca esos tristes capítulos de la historia porque seguramente no le gusta leer), el ciudadano Ferman tomó un camino distinto y no sólo optó por vender con precios módicos los libros, sino que donó un importante lote a un centro educativo sin la fama de la institución que supone que lo obsoleto es definido por el tiempo, pero con la sabiduría de quien entiende que el hombre de hoy es el compendio del saber de ayer: la Universidad Politécnica Región Laguna (UPRL), ubicada en una zona ejidal de San Pedro de las Colonias, Coahuila.
Si algo tuviera que concluir de mi olvidable vida sería el valor que posee la educación para que el hombre sea verdaderamente libre, no objeto de la fantasía que alimentan religiones, ideologías políticas o negociantes de la esperanza y miseria. Pretender que el hombre sin educación sea tan libre como el educado, equivale a esperar que quien carece de remos en una embarcación evite que los rápidos de la vida lo conduzcan irremediablemente por donde quieren.
Vuelve a mí el recuerdo de aquella ocasión en la que sin pudor (quizá alguna vez lo tuve) hice a un lado mi careta de observador neutral, para tomar partido contra la actuación de un diputado local nuevoleonés que aprovechó la falta de lectura de algunos vecinos de la colonia Vidriera, a los que azuzó para bloquear calles y presionar con fines personales a una empresa y autoridades regiomontanas. Como el que se ríe se lleva, la horma del zapato de ese "político" hizo que hablara sin que supiera que lo escucharía la directora de un periódico, terminando así el problema.
"¿Qué tenemos sin bibliotecas? No tenemos pasado ni futuro", expresión del escritor Ray Bradbury que cita el reportero de El Siglo de Torreón en su reportaje del 29 de enero. En Fahrenheit 451, novela de Bradbury, se anticipa un futuro donde los bomberos se dedicarán a quemar libros.