ÁTICO
Poder, control y censura. Regresión y colusión. Si no alzamos la voz hoy, después no habrá quien pueda hacerlo en nuestro nombre.
Censura y control. De eso se trata la reforma a la Ley de Telecomunicaciones que Morena impulsa de manera acelerada. Ese es el objetivo de una iniciativa peligrosa que usa como pretexto la propaganda trumpista transmitida por Televisa. El patriotismo digital esconde el centralismo autoritario. Si Claudia Sheinbaum fuera la demócrata que presume ser, no permitiría que su peón político -Pepe Merino- tomara control del tablero. Lo más alarmante que contiene la propuesta de 311 páginas es el grado de poder que le da a un solo hombre, el tamaño de la discrecionalidad que le otorga a la Agencia de Transformación Digital y de Telecomunicaciones (ATDT), la amplitud de las atribuciones concedidas a un comandante cuatroteísta. Todas las funciones de una institución colegiada como lo era el IFT, ahora estarán en manos de un ideólogo impreparado para la complejidad de las tareas que ha agarrado para sí mismo. Agandallar llevará a fracasar en lo técnico y a exhibirse como Big Brother en lo político.
Fracasar porque no hay manera de que Merino y la ATDT tengan la capacidad técnica y profesional para llevar a cabo la titánica tarea de regular al sector crucial de las telecomunicaciones. Por más inteligentes que sean y se crean, Merino y sus minions no lograrán sustituir a un órgano colegiado con más de 1500 trabajadores que apenas se daba abasto. La soberbia le ganó a la oportunidad de diseñar una visión para las telecomunicaciones de México en el siglo XXI. Tiran a la basura diez años de avances -incompletos pero irrebatibles- del IFT, pero creen que digitalizar trámites es lo mismo que regular o transformar. Y lo positivo que sí contiene la iniciativa - infraestructura compartida, cobertura social, homologación de trámites en telecomunicaciones- palidece ante lo malo que Merino y Morena pretenden imponer.
Quieren una regresión al viejo modelo priista de telecomunicaciones en control del Poder Ejecutivo, y censura de contenidos incómodos, disfrazado de "rectoría del Estado". Intentan devolvernos a la era de concesiones otorgadas o renovadas por dedazo, de televisoras que presumen ser soldados del Presidente(a), de regulación inexistente o discrecional que le costó 129 mil millones de dólares -según la OCDE- a los consumidores exprimidos por concesionarios coludidos con el gobierno o al servicio del partido en el poder. Lo que antes fue la Ley Televisa ahora es la Ley Censura o la Ley Merino. Políticamente hablando, es como si Peña Nieto le hubiera dado todo el poder sobre las telecomunicaciones a Luis Videgaray. Y que Videgaray luego dictara la geolocalización, la censura a contenidos críticos, la competencia desleal de la CFE, la transformación de medios públicos en medios gubernamentales, y la colusión con los privilegiados de siempre.
En 2006 y 2014 tomamos las calles por leyes mucho menos dañinas para la democracia, la competencia y el consumidor. Pero los críticos de ayer se han vuelto los cómplices de hoy y el peor ejemplo es Javier Corral. Él y otros defienden lo que era -y sigue siendo- inaceptable: el poder abusivo, censor y machucador. Antes lo tenían las televisoras, ahora lo tiene Morena. Como cualquier poder sin contrapesos, hará lo que quiera y seguirá protegiendo a los jugadores preponderantes que se plieguen. Televisa y Slim tendrán derecho de picaporte con Merino, y obtendrán lo que necesiten, como en los viejos tiempos. Ganarán los jugadores dominantes, perderán los jugadores medianos y pequeños. Ganará el "Estado operador", perderán la competencia y la innovación. Ganará la discrecionalidad autoritaria, perderá el ciudadano con derecho a la privacidad, al pluralismo, a mejores contenidos, a la modernización en lugar de la involución.
Sheinbaum paró el agandalle legislativo, pero no queda claro si frenará la aprobación de una ley que la coloca en las ligas de gobiernos autocráticos alrededor del mundo. No sabemos si el debate prometido será otra pantomima o un proceso serio, deliberativo y transparente. No sabemos si la Presidenta, o Pepe Merino, o Fernández Noroña, o Ricardo Monreal, o Adán Augusto López tendrán la última palabra porque se la pelean entre sí. Lo incuestionable es que el Leviatán región 4 busca monopolizar el poder, centralizar el control y operacionalizar la censura. Y si no alzamos la voz hoy, después no habrá quien pueda hacerlo en nuestro nombre.