Tata Jesucristo es un cuadro misterioso, desconsolador y angustiante. Comunica los sentimientos de todo un pueblo conquistado, perdedor no solamente de batallas, sino principalmente de su identidad y sus tradiciones. Es una imagen que hunde al espectador en la desolación y el miedo perpetuos.
Esta pintura de caballete fue realizada por el artista zacatecano Francisco Goitia García, pintor admirado por propios y extraños, pero que rechazó fama y fortuna de manera inexplicable.
Goitia tuvo esmerada formación profesional en la ciudad de México (Academia de San Carlos), Barcelona e Italia. Desde sus años de estudiante las crónicas y las críticas lo llenaban de alabanzas, él en cambio prefería exponer en grupo porque deseaba dar relevancia al gremio sobre el individuo, y se apartaba de los muy merecidos elogios de críticos y aficionados al arte. Eran tan buenos sus cuadros, que en la mayoría de las exposiciones y concursos en los que participó, los mismos jurados adquirían las obras que él exhibía.
A su regreso de Europa a México, el artista nacido en el municipio de Fresnillo, Zacatecas, se incorporó a las filas de Francisco Villa como pintor oficial del general Felipe Ángeles. Años más tarde recordaría: "fui a todas partes con su ejército, observando. Nunca porté armas porque sabía que mi misión no era matar...". De este periodo es uno de sus cuadros más famosos, Los Colgados, que muestra el horror y fascinación que le produjo la lucha revolucionaria. Además, colaboró con el antropólogo Manuel Gamio como dibujante de objetos y sitios arqueológicos. Esta relación, junto con el profundo amor a sus raíces, le dejó una fortísima influencia. En esta etapa Goitia pinta indígenas y logra realizaciones magistrales, de gran vitalidad y realismo.
El artista zacatecano estaba de viaje por el estado de Oaxaca, y en San Andrés vio a dos mujeres que entraban a un templo, las siguió y presenció una escena que a todos nosotros nos parecería extraña: al llegar frente al altar, las indígenas se arrodillaron y se pusieron a llorar amargamente a modo de oración. En la tiniebla interior del templo las mujeres gemían, se lamentaban y extendían sus súplicas a Jesús en la cruz con el gemebundo grito de "¡Tata Jesucristo!".
Esta visión tan trágica impactó fuertemente al pintor, el golpe fue tan poderoso que lo llevó a producir una obra de arte excelente y extraña por las emociones que transmite.
La escena está enmarcada en una penumbra casi total, con tonos ocres oscuros, cercanos a la tierra de siena tostada, lo que le da un ambiente de absoluta tristeza y soledad. Las figuras son dos mujeres que lloran, una al lado de otra, sin consuelo alguno. La de la izquierda, según la posición del espectador, se cubre el rostro con ambas manos, y la de la derecha muestra su faz en toda su angustia. Una vela en primer plano en medio de ambas mujeres proporciona la iluminación necesaria para que se noten las manos trémulas de una y el rostro afligido de la otra. Ambas visten paupérrimas túnicas blancas, propias de las indígenas oaxaqueñas, y la de la izquierda, que tiende sus abundantes cabellos sobre la túnica, muestra al frente uno de sus pies. En la parte más inferior del cuadro, casi imperceptibles, aparecen dos flores de cempasúchil, que significan la muerte.
El valor de esta obra reside precisamente en la profunda penetración de los infaustos sentimientos que experimentan las protagonistas. Quien contempla el cuadro no puede sustraerse al abatimiento, la angustia y la desolación provocadas por la pobreza extrema y la pérdida de identidad étnica sufrida por el pueblo al que pertenecen, y que a su vez son producto de la conquista realizada por hombres aviesos y poderosos. El hecho de que sean mujeres quienes aparezcan, da a la escena un claro sabor de mayor vulnerabilidad. Lo único que pueden hacer estas personas es llorar su condición.
Consiga alguna reproducción de Tata Jesucristo, o si le es posible, cuando visite la Ciudad de México, vaya al Museo Nacional de Arte (MUNAL) enclavado en el Centro Histórico. Ahí podrá contemplar esta maravillosa obra de Francisco Goitia hasta que se llene de tristeza. Luego disfrutará la experiencia de haber observado una pintura que por sí misma nos llena de emociones.