Hablemos de la riqueza de crecer; de eso que muchos llaman madurar, otros, tal vez, pudrirse. Quienes aún tienen la dicha de conversar con sus abuelos, seguramente se enfrentarán a la brecha generacional, resultándoles simpatiquísima la sorpresa e incomodidad que les generan ciertos temas que en el 2025 son el “pan nuestro de cada día”.
Yo recuerdo a mi abuelita Esperanza, hace unos quince años, asombrada por los pantalones de mezclilla rotos que usaba, no entendía cómo era posible que yo, una niña formal, estudiosa y con una madre estricta, me permitiera salir a la calle con semejante facha. Eso no representaba una crítica para mí, porque todas mis amigas, y las personas de mi edad, vestían igual que yo y esa era mi justificación ante ella; le decía que era lo “fashion” y ella, con su característico humor, decía que más bien era una “fachenta”.
No tuve el placer de conocer las opiniones de mis abuelos sobre conceptos actuales mucho más complejos como la adopción homoparental, la construcción de las familias, las distintas expresiones del feminismo, los productos orgánicos, los tratamientos holísticos, la educación en casa, la unión libre, en fin… tantos temas.
Lo cierto es que el tiempo cada vez implica más... ocurre más. Así como los avances tecnológicos varían mes con mes, no necesito ser abuela, ni madre de nadie para sorprenderme con la forma de pensar y vivir de quienes nacieron diez o quince años después que yo: mis alumnos. No sé cuántos años tengas tú que me lees. Si lo haces desde la versión impresa del periódico, apostaría que eres mayor que yo, si encontraste este link en alguna de mis redes sociales, tal vez eres uno de esos alumnos-maestros de quienes hoy me inspiro.
Pensaríamos que todo es gradual, que avanza en línea recta infinitamente… he descubierto que no es así; por el contrario, funciona más como la moda, es cíclica y lo que hoy todos anhelan y defienden, mañana será visto como algo que no embona. Lo complicado de esto es que no estamos hablando de pantalones, peinados o el tipo de zapatos que uses para trabajar, sino de cómo se conforman las sociedades. Lo que me parece más peligroso es que sigamos sorprendiéndonos y calificando las elecciones desde “nuestra generación” porque, al final, estamos todos compartiendo tiempo y espacio como hijos, hermanos, padres de familia, maestros, compañeros de trabajo, estudiantes, abuelos, ¿Quién educa a quién? No es una pregunta sin respuesta. Todos aprendemos de todo, pero ¿qué estamos aprendiendo?
¿Más sabe el diablo por viejo que por diablo? Definitivamente, sólo hay que asegurarnos de que no sea el diablo.