Hablar de mujeres es hablar de origen, del Big Bang, del núcleo, del inicio. Hoy, luego de varios (no muchos, no suficientes) años de trabajo, de posicionamiento, de lucha, nos encontramos frente a un hartazgo de los temas de género por distintas razones y creo que una de ellas es la comodidad. Siempre es más cómodo no cuestionar(se). La estructura conservadora que nos rigió durante años era más ordenada, de líneas rectas hacia abajo, el hombre sobre la mujer. La comunicación vertical es más eficiente, no se requieren acuerdos, ni negociaciones, solo se delega, se acata, se obedece o se asume… se da, se pide o se toma.
Recuerdo muy bien el “Monólogo de una mujer moderna” que se adjudicó a la periodista Adela Micha en el año 2010. En ese momento el término “feminismo” apenas estaba tomando fuerza; yo iniciaba la universidad y uno de los principales temas de estudio era la narcocultura, se usaban gorras, playeras y sudaderas que hacían alusión a la violencia; muchos de nuestros reportajes y documentales estaban vinculados al tema… vivíamos la terrible ola de violencia que azotó ferozmente a la Comarca Lagunera; las circunstancias no permitían grandes manifestaciones del movimiento feminista, pero sí había tiempo para estudiar el tema. Adela Micha reprocha en ese texto la carga que nosotras mismas nos impusimos al decidir incursionar en los mismos espacios que los hombres, llenar nuestra agenda de actividades profesionales, maestrías, doctorados, juntas y negociaciones, cuando nuestras abuelas pasaban el tiempo bordando, decorando la casa e intercambiando recetas con las amigas. Describe a la mujer agotada por el trabajo, los tacones, los ojos secos por el tiempo frente al monitor, alimentándose de sándwiches o lo que alcanzaba a guardar en un tupper, todo para terminar ganando menos que los hombres, no ser reconocidas y, lejos de generar un mayor valor para el sexo opuesto, garantizarle la separación o divorcio. Volvemos a lo mismo.
Si nos vamos años atrás (más) y mencionamos el libro “Mujer que sabe latín” de Rosario Castellanos con su famosa frase “mujer que sabe latín, no tiene marido, ni tiene buen fin” que, básicamente indica que una mujer preparada, culta, inteligente, trabajadora, y los etcéteras que quieras añadirle, no tiene la “suerte” de casarse y tener una familia, pero, ¿por qué? Regresamos el punto inicial: porque es INCÓMODO. Con esto no quiero sonar como el típico discurso agotador de “los hombres nos oprimen” porque no son los hombres, es la sociedad en general. Me parece que no lo hemos entendido, se requiere un movimiento más integral e incluyente para así poder entender que todo tiene que reconfigurarse, el “problema” es que podemos partir de la idea (por muchos compartida) de que con el esquema tradicional funcionamos muy bien… porque es lo que conocemos.
¿Por qué no funcionaría una pareja heterosexual donde una “mujer sabe latín”? Porque a ese hombre no se le enseñó a convivir y compartir con mujeres que también se desarrollan en el plano intelectual; pero eso, en todo caso, es lo de menos porque yo no quiero hablar de hombres, ni de parejas, quiero hablar de nosotras… de las mujeres.
¿Por qué a pesar de que “luchamos” contra conductas opresoras, nos preparamos, hemos avanzado en muchos terrenos, tenemos a una mujer presidenta, nos seguimos metiendo el pie entre nosotras?, ¿por qué nos sigue doliendo tanto la belleza de la otra? Porque todo esto que llevamos arrastrando de años, pesa. Las rivalidades, las envidias, nos demuestran esa competencia de nuestros antepasados, eso tan arraigado y doloroso que dice que la belleza de la mujer le provee un buen futuro… un futuro que depende de un hombre.
Hoy, Día Internacional de la Mujer, quiero invitarte a ti a reflexionar sobre dónde has depositado tu valor y cómo te vinculas con las personas de tu mismo género. Hemos avanzado mucho, sigamos avanzando dignamente, brindándole a las próximas generaciones un camino de posibilidades y dejando de competir desde lo que durante tantos años no tenía nombre y hoy entendemos como cosificación.