Anoche terminé de ver la miniserie de Netflix “Adolescencia”, la cual está siendo muy comentada por su perfección técnica puesto que cada capítulo fue rodado en una sola toma, sin embargo, no es lo único que sorprende o —al menos— en mi caso, me ha dejado tantas preguntas con muy pocas respuestas; o será que tal vez no me atrevo a responder. No quiero limitarme a ser una espectadora más de una serie de televisión que “está muy bien hecha”, sino que quiero acercarla a mi realidad, a mi comunidad, a mi trabajo, a mi día a día, a los dolores de mi gente, a mis heridas… a lo que somos, a lo que ocurre, lo que ha ocurrido y a lo que podría ocurrir.
¡Dios mío! Cómo me duele ver, escuchar, leer, tanto juicio, tanta insensibilidad, tantas posiciones ajenas, externas a nuestra realidad. Sin hacer “spoilers”, les comparto lo que para mí es uno de los cuestionamientos principales de la trama: ¿Quién es responsable del comportamiento de los hijos?, ¿son ellos o los padres, la escuela, el entorno, el mundo?, ¿quién? Es fácil decir que cada quien es responsable de sus actos y es lo justo, incluso lo único “medible” sobre todo desde lo que en este y en muchos países llamamos justicia; pero prefiero ir más allá y pensar en colectivo, observar la señal de auxilio, no ser omiso ante los síntomas que pueden derivar en la muerte de uno, dos, tres… de tantos.
Pienso en tantos niños aislados, sentenciados, lastimados, con el peso de una atrocidad a sus espaldas; tantos niños con hambre y sed, hambre de sopa, de hamburguesa, de papas a la francesa… hambre de atención, de cariño; sed de agua, de jugo, de refresco, pero también sed de venganza. ¿Quién los alimenta?
Y qué es la niñez sino una etapa en la vida del ser humano y hay quien crece hambreado y sediento, muy sediento, o desnutrido… muy desnutrido, entonces andamos por ahí buscando arrebatarle la comida o todo aquel que podamos, al que tengamos cerca e intentando saciar lo que en su momento no tuvimos.
Es injusto, sí, buscar responsabilidades porque quiero pensar que la mayoría de los seres que poblamos este planeta no tenemos el propósito de hacernos daños, menos a aquellos que amamos, que concebimos, por los que trabajamos y luchamos día con día; pero ¿nos estaremos mirando lo suficiente?, ¿estaremos identificando sus necesidades, sus anhelos, sus padecimientos?, ¿no tenemos tiempo de mirarnos?
Todos fuimos adolescentes y, creo, que por momentos lo seguimos siendo cuando la rebeldía se manifiesta; niños, cuando las heridas están expuestas, ¿adultos? Tal vez solo cuando nos disfrazamos de ello para ir al trabajo o realizar un trámite, pero ¿nos estamos mirando? Nos falta, creo que nos falta y que posiblemente estamos muriendo en vida envueltos en el síntoma.