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Tratado de 1944: ¿en ruta de crisis geopolítica?

MARCELA GÓMEZ ZALCE

La guerra del futuro es definida por varios expertos como una disputa por el agua en lugar de petróleo o territorio. ¿Por qué se habla de una guerra por el agua?

Además de ser un recurso limitado y esencial, no hay sustituto para el vital líquido, todos los seres vivos lo necesitan para sobrevivir. Su uso no se limita solo para producir y cultivar alimentos sino también para producir energía y mantener economías enteras. Ciudades grandes, industrias y agricultura intensiva están agotando acuíferos y ríos. El cambio climático está alterando los patrones de lluvia, derritiendo glaciares, secando ríos y generando sequías más frecuentes en todo tipo de zonas y regiones en el mundo.

Más de 270 ríos cruzan fronteras nacionales y cuando dos o más países dependen de la misma fuente de agua pueden surgir tensiones y conflictos latentes.

Ejemplos sobran; Egipto, Sudán y Etiopía (por el Nilo), India y Paquistán (por el Indo), Turquía, Siria e Irak (por el Tigris y Éufrates) y por supuesto México y Estados Unidos (por el Río Bravo en el primero y el Río Grande en el segundo).

El río fronterizo forma parte de la frontera entre Texas y los estados mexicanos de Chihuahua, Coahuila, Nuevo León y Tamaulipas. Ambos países dependen del río para abastecer agua a millones de personas, agricultura, ganadería e industria. Es parte clave del Tratado de Aguas de 1944, donde México y Estados Unidos deben entregarse agua de afluentes que alimentan el Río Bravo (Grande), Colorado y Tijuana. Es el acuerdo más importante que regula el uso del agua entre ambos países.

Este es un río estratégico por razones geográficas, económicas, políticas y ambientales marcando casi 2000 kilómetros de la frontera entre ambas naciones convirtiéndolo en un recurso compartido donde lo que haga un país afecta directamente al otro. Cualquier disputa o mala gestión es un disparador de tensiones bilaterales.

Y tensiones son las que sobran y ahora Trump ha puesto en la mira arancelaria el célebre Tratado y el incumplimiento de México. El Río Bravo es una arteria de vida, economía y diplomacia. Controlar su flujo es controlar el acceso al agua, la producción de alimentos y la estabilidad regional. Hace unos días el magnate amenazó con imponer aranceles adicionales y otras sanciones a México por la larga disputa por el agua acusando de no proporcionar millones de metros cúbicos que le corresponden a Estados Unidos. En la violenta incontinencia verbal ya conocida señaló que se le está robando y contaminando el agua a los agricultores de Texas.

El pretexto cae como anillo al dedo estadounidense que sigue presionando para que la administración de Sheinbaum continúe entregando resultados en materia de seguridad acusando en una entrevista reciente que el gobierno mexicano "...le tiene mucho miedo a los cárteles del narco… por lo que su administración está trabajando para ayudar a la presidenta".

La pinza trumpista se cierra en diferentes frentes y pone el ritmo en la relación bilateral donde el fracaso del sexenio pasado ha dejado sin leverage al gobierno de Sheinbaum.

El tema del agua es estratégico y Trump lo venderá como un incumplimiento injusto y será otra oportunidad política para mostrarse fuerte y un motivo suplementario para aplicar más presión.

El escenario luce más complicado para la presidenta ante el cuestionamiento y rechazo de los gobernadores en medio de una crisis hídrica que amenaza en convertirse en crisis geopolítica por la dimensión de sus afectaciones.

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