"Bajo el gobierno de Trump, no habrá mejor lugar en la Tierra para crear empleos, construir fábricas y desarrollar una compañía que aquí en el viejo y bueno Estados Unidos". Donald Trump, Davos, 23.01.2025
Sin asistir personalmente, con solo una presentación remota, Donald Trump se convirtió en el protagonista de la edición 2025 del Foro Económico Mundial en Davos. No sorprende, si consideramos que es el presidente del país más poderoso del planeta, pero también es consecuencia de sus desplantes histriónicos. Trump sabe que en los tiempos del populismo un político debe ser grandilocuente para ganar votos y apoyos.
En Davos, Trump buscó en primer lugar, como decenas de otros gobernantes, promover su país como destino de inversión: "Mi mensaje a todo negocio en el mundo es muy simple. Vengan a hacer su producto a Estados Unidos y les daremos algunos de los impuestos más bajos de cualquier nación en la Tierra. Pero si no hacen sus productos en Estados Unidos, que es su prerrogativa, entonces simplemente tendrán que pagar un arancel que recaudará cientos de miles de millones de dólares, e incluso billones de dólares, a nuestra hacienda para fortalecer nuestra economía y pagar nuestra deuda".
Nadie puede cuestionar la promoción. Y Trump tiene razón en un punto: la inversión suele dirigirse a los países con gravámenes más bajos. Esto lo demostró Irlanda al reducir su impuesto corporativo de 40 a 12.5 por ciento entre 1996 y 2003; no solo recaudó más, sino que pasó de ser uno de los países más pobres de Europa a uno de los más ricos. Trump tuvo también buenos resultados cuando en su primer mandato disminuyó el impuesto corporativo de Estados Unidos de 39 a 21 por ciento. Hoy quiere bajarlo a 15. Lógicamente, será más sensato para una empresa pagar 15 en la Unión Americana que 25 en Francia o 30 en México.
Trump tiene derecho a bajar el impuesto corporativo para hacer a su país más competitivo, lo cual beneficiará a sus gobernados, pero no para cobrar aranceles en violación del T-MEC o de otros tratados comerciales, cuyo costo lo pagarán los consumidores estadounidenses. Tiene también derecho a aplicar las leyes migratorias de su país. Quizá esto genere escasez de mano de obra, pero podría llevar a un cambio en la legislación que permita una mayor inmigración legal. Las actuales reglas favorecen los ingresos ilegales.
Trump es como López Obrador: acepta solo las leyes y tratados que le convienen. Entiendo su insistencia en que Europa gaste más en defensa, ya que los contribuyentes estadounidenses han pagado buena parte de la seguridad europea frente a la creciente amenaza rusa, pero otras medidas que ha anunciado serían violatorias del derecho internacional. Su pretensión de apropiarse de Groenlandia o del canal de Panamá, incluso por la fuerza, representa una ilegal política imperialista que en las últimas décadas hemos visto en la Rusia de Putin, pero no en Estados Unidos.
Nadie cuestiona los deseos de Trump de dar a los estadounidenses un mejor nivel de vida, pero miente al afirmar que su país ha sido objeto de abusos por parte de México, Canadá y otros países. De hecho, Estados Unidos ha crecido más que México, Canadá, Europa o Japón en las últimas décadas, en buena medida por la apertura comercial que Trump quiere terminar hoy.
Es claro que a Trump no le importa la coherencia intelectual. El 29 de enero de 2020 afirmaba que el tratado comercial entre México, Estados Unidos y Canadá era "el mayor, más significativo, moderno y equilibrado acuerdo comercial en la historia. Todos nuestros países se beneficiarán en gran medida". Cinco años después quiere destruirlo, aplicando aranceles que lo violarían. Ha aprendido que para ganar votos no precisa ser coherente. Solo necesita lanzar acusaciones y amenazas.
A LA BASURA
¿Cuál es la mejor manera de enfrentar a un presidente populista como Trump? Teniendo un país fuerte en lo económico. México, sin embargo, se debilita cada vez más al tirar dinero a la basura en proyectos como Mexicana de Aviación, la refinería de Dos Bocas o el Tren Maya.