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Papa Francisco

'Un papa con olor a oveja'; jesuita reflexiona sobre legado de Francisco

Uno de los grandes combates del papa Francisco fue contra el clericalismo

El cardenal argentino Jorge Bergoglio cuando fue electo para ser el papa Francisco. (AP)

El cardenal argentino Jorge Bergoglio cuando fue electo para ser el papa Francisco. (AP)

DANIELA CERVANTES

Ismael Bárcenas Orozco, mejor conocido como "Mayo", es un sacerdote jesuita y profesor de la Universidad Iberoamericana de Torreón. A propósito del reciente fallecimiento del papa Francisco, conversó con El Siglo de Torreón no para hablar de su muerte, sino para reflexionar sobre la huella que deja su pontificado en la historia de la Iglesia Católica y del mundo.

"Es el primer jesuita que llega a ser papa, el primer latinoamericano, el primero en muchos sentidos. Fue el primer pontífice que coincidió en vida con su predecesor, Benedicto XVI. Hacía 500 años, también, que no había un Papa de habla hispana", recordó.

Pero más allá de los hitos, para el sacerdote jesuita lo que más definió al Papa Francisco fue su profunda humanidad y su compromiso con los más pobres y vulnerables.

Su pontificado, que se extendió por 13 años, estuvo profundamente marcado por sus raíces: Jorge Mario Bergoglio ingresó joven al noviciado jesuita y fue provincial de los jesuitas en Argentina en plena dictadura militar. "Una época muy dura", recordó Bárcenas Orozco.

"Le secuestraron a unos jesuitas. Él negoció su liberación. Él dice que esa primera época de alguna manera lo curtió. Él mismo dijo alguna vez: 'Quizá no fui el mejor superior', pero quieras o no ese puesto de directivo lo fue curtiendo porque posteriormente, lo van a hacer Obispo de Buenos Aires, será Obispo Auxiliar, después Obispo y luego se convertirá en el Cardenal de Buenos Aires".

Ismael Bárcenas refiere que esa experiencia dejó en Jorge Mario una huella en su modo de ser, porque en poco tiempo sería reconocido por ser un obispo muy cercano con la gente.

"Era un obispo que siempre fue muy fanático del futbol, le gustaba ir a lo estadios, le gustaba bajar a los vestidores para saludar a los jugadores, le gustaba viajar en el metro".

Otro de los rasgos en los que ahondó el sacerdote jesuita, fue en que al papa argentino nunca le gustaron los lujos, lo que, para él, lo acercó a las personas y lo sensibilizó frente a sus dolores, miedos y esperanzas."Eso, creo, lo acompañó años después, cuando fue electo pontífice de la Iglesia Católica".

JESUITA INCÓMODO

Francisco fue muchas cosas: un pastor, un intelectual, un reformador. Pero también, para muchos, fue un "jesuita incómodo". "Así nos ven a los jesuitas", reconoció Bárcena Orozco.

"Nuestro carisma nos lleva al mundo, a sus heridas, a las periferias. Y eso incomoda. Incomoda a gobiernos, incomoda a estructuras de poder. Francisco fue disruptivo para algunos sectores conservadores de la Iglesia, pero incluso para los más progresistas a veces fue insuficiente. Sin embargo, yo creo que hizo un papel muy valioso".

"Fue un papa que supo moverse en la tensión entre tradición y cambio", continúa. "Y lo hizo con una inteligencia muy aguda. Era un hombre muy culto. Leía mucho, le gustaba la literatura. Fue cercano a Borges, decía que los seminaristas debían leer a Dostoievski porque la literatura ayuda a entender el drama humano. Pero más allá del intelecto, fue un hombre que supo tomarle el pulso al mundo contemporáneo".

ANTICLERICAL

Uno de los grandes combates del papa Francisco fue contra el clericalismo, ese mal que Bárcenas Orozco mencionó es "el cáncer de la Iglesia".

Para el sacerdote Mayo, este fue uno de los temas más valientes que abordó el pontífice. "El clericalismo es ese fenómeno donde el sacerdote se aísla, se sube a un pedestal, se desconecta del pueblo. La gente le otorga un poder simbólico muy fuerte, casi divino, y el sacerdote corre el riesgo de perder piso, de olvidar que su vocación es el servicio. Francisco lo entendió con claridad. Él decía que no debíamos ser burócratas del altar, sino pastores con olor a oveja".

Esta idea, que repitió en múltiples ocasiones durante su papado, resume gran parte de su visión: la Iglesia debía salir al encuentro de la gente, escucharla, estar con ella.

"Francisco hablaba de una Iglesia de salida, no encerrada en sus glorias pasadas, sino como hospital de campaña: un lugar donde los heridos del mundo puedan encontrar alivio, consuelo, esperanza. Esa es la Iglesia que él soñó".

EL LOCO DE CRISTO

Al ser elegido papa, Jorge Mario Bergoglio eligió llamarse "Francisco", en honor a San Francisco de Asís, el santo que renunció a sus privilegios para vivir entre los pobres.

"Dicen que cuando fue elegido, un cardenal le dijo: 'No te olvides de los pobres'. Y fue ahí donde decidió el nombre", narró el sacerdote Mayo.

Francisco de Asís, "el loco de Cristo", es una de las figuras más queridas de la tradición católica. "Vino de una familia rica y lo dejó todo para atender a leprosos y marginados. Algunos decían: 'fue otro Cristo'. Y creo que eso inspiró mucho a nuestro papa. Fue un papa con una profunda compasión, con gestos muy humanos, que rompía protocolos, que dejaba que los niños jugaran a su alrededor. No era una figura lejana, era alguien como nosotros. Era raza".

RETOS Y LEGADO

El papa Francisco no tuvo miedo de tocar temas complejos. Promovió el diálogo interreligioso, habló del cuidado del medio ambiente, defendió a los migrantes, a los pobres, a las personas marginadas por la Iglesia. Intentó acercar a quienes se habían alejado de la fe, por rechazo, por dolor, por decepción.

Es así que el papa Francisco será recordado por muchas cosas, pero sobre todo por su cercanía. "Fue como un abuelo para el mundo", concluyó Mayo.

"Uno que te da un consejo, una palabra de aliento, que te mira con ternura. Que no te juzga, pero te invita a ser mejor. Su sencillez, su humildad, su constante pedido de 'recen por mí' nos recordaban que él también era un peregrino más. Un hombre de Dios, sí, pero también un ser humano profundamente sensible, profundamente compasivo".

Con su partida, se puede escribir, se cierra un capítulo, pero también se siembra una semilla. La de una Iglesia más abierta, más cercana, más fiel al espíritu de Jesús de Nazaret. Una Iglesia con olor a oveja.

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