El cierre de año suele estar lleno de reuniones familiares y tradiciones que, aunque festivas, pueden reactivar dinámicas tóxicas que afectan nuestra salud mental y emocional. Desde un feminismo que coloca la dignidad de las mujeres en el centro, es necesario hablar de amor propio, cuidado colectivo y el establecimiento de límites sanos en nuestras vidas, especialmente en estos momentos de convivencia intensa. En México, donde las violencias de género y las desigualdades persisten, replantear nuestras relaciones, cuidar nuestro bienestar y construir sororidad son actos revolucionarios.
"¿Para cuándo la boda?", "¿No piensan tener bebés?" o "Te vamos a rifar", se escuchan comúnmente en hogares mexicanos, especialmente hacia las mujeres. Según datos de la Encuesta Nacional sobre la Dinámica de las Relaciones en los Hogares (ENDIREH, 2021), 66.1 % de las mujeres mexicanas mayores de 15 años han sufrido algún tipo de violencia a lo largo de su vida. Es hora de recordar que establecer límites claros no nos hace egoístas; al contrario, nos protege y nos enseña a exigir respeto.
Decir "no" es una forma de amor propio y una manera de romper patrones patriarcales que invisibilizan nuestras emociones. Responder con firmeza que "tu vida y tus decisiones no son temas de conversación" puede resultar difícil en un principio, pero cada límite es una declaración de respeto hacia ti misma.
Pero el patriarcado no solo habita en las conversaciones "de confianza", también en la esfera pública. Y es que en pleno 2024, la menstruación y la menopausia siguen siendo temas tabú en muchos espacios. En México, 43 % de las niñas y adolescentes sienten vergüenza al menstruar (UNICEF, 2021), mientras que las mujeres en menopausia enfrentan prejuicios por su edad. Este rechazo a los procesos naturales de nuestros cuerpos refuerza la discriminación de género.
Hablar abiertamente de la menstruación y la menopausia durante las fiestas es un acto político. Reconocer que los cuerpos cambian, envejecen y continúan siendo valiosos nos permite construir espacios más inclusivos, justos y seguros.
Claro está que estas conversaciones tendrán lugar si y solo si, las mujeres encuentran un tiempo libre, pues sabemos que son ellas las principales encargadas de organizar, cocinar, limpiar y cuidar a la familia. En México, las mujeres dedican en promedio 41 horas a la semana a trabajos no remunerados, mientras que los hombres apenas 16 (INEGI, 2022). Esto refleja una crisis en el sistema de cuidados que perpetúa la desigualdad.
En fin, que este cierre de 2024 nos invita a reflexionar sobre cómo queremos comenzar el siguiente. Practicar el amor propio no solo significa cuidar nuestro cuerpo y mente, sino también construir redes de apoyo con otras mujeres. La sororidad es una herramienta poderosa para resistir y transformar las realidades que nos violentan.
Despidamos este año con dos autoregalos: amor y respeto. Celebremos nuestros logros, por pequeños que sean, y honremos el camino. Si el entorno familiar o social no aporta, recuerda que mereces paz y que no estás sola. Siempre hay una nueva tribu esperándote.
En 2025, hagamos de la sororidad una acción diaria: escuchar sin juzgar, ofrecer apoyo, compartir conocimientos y reconocer el valor de las demás. Romper con la rivalidad impuesta desde el machismo, nos ayudará a sanar juntas, porque cuando una mujer avanza, también avanzamos las demás.
¡¡¡Va por todas!!!
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